El Hobbit La desolación de Smaug
La segunda entrega supera a la anterior y demuestra que el universo cinematográfico de El Hobbit tiene una esencia propia.
El Hobbit La desolación de Smaug (The Hobbit The Desolation of Smaug), la 2ª entrega de esta trilogía épica, inicia con un guiño de complicidad: un cameo del director Peter Jackson saliendo de la taberna El Pony Pisador, en plena Tierra Media. Para cuando Thorin (Richard Armitage) y Gandalf el Gris (Sir Ian Mckellen) se sientan juntos en una mesa de dicho lugar, a fin de debatir la posibilidad de contratar a cierto hobbit como ladrón, las sonrisas se han apoderado de la audiencia.
Es oficial: el regreso cinematográfico al universo de J. R. R. Tolkien, planteado de forma casi perfecta el año pasado con El Hobbit Un viaje inesperado (The Hobbit An Unexpected Journey), ha cobrado vida y esencia propia.
En esta ocasión, los guionistas Fran Walsh, Philippa Boyens, Guillermo Del Toro y el mismo Jackson, respetan el espíritu del material original, pero se toman mayores libertades, con lo que demuestran su dominio y total comprensión de este mundo fantástico. Nuevos personajes, que no aparecen en el texto original, son integrados de forma orgánica con subtramas propias, como es el caso de los elfos Tauriel (Evangeline Lily) y Legolas (Orlando Bloom, interpretando a un Legolas 50 años más joven). La creación de momentos para cada uno de ellos es bastante acertada y resulta en interesantes aportaciones, incluyendo fluidas escenas de pelea y hasta un romance inesperado.
Asimismo, la película arranca con un breve vistazo al pasado: la escena inicial muestra lo que sucedió un año antes del enfrentamiento con Smaug, en el primer encuentro entre Gandalf y Thorin. Este fragmento no pertenece a la novela de 1937, sino a un relato que Tolkien escribió posteriormente como un añadido de El Señor de los Anillos, el cual se utiliza aquí para explicar el origen de la empresa. ¿Qué es lo que llevó a 13 enanos a irrumpir en la casa de Bilbo Baggins? Aquí las palabras de Gandalf que lo motivaron: “Entonces, lo que necesitas es un ladrón…”
De ahí, la historia vuelve al lugar en donde se quedó. Un hobbit, un mago y un grupo de pequeños herederos de Erebor buscan la forma de huir de una legión de orcos. Su travesía hacia la Montaña Solitaria continúa y las sospechas de Gandalf sobre la posible participación de fuerzas oscuras crecen a cada instante. A lo largo de este viaje, Martin Freeman demuestra que se ha adueñado por completo de Bilbo, a quien descubrimos por primera vez como un personaje heroico, que rescata a sus compañeros en más de una ocasión. En su bolsillo, sin embargo, se esconde ya ese “tesoro” al que empieza a llamar “suyo”…
A diferencia de la primera entrega, La desolación de Smaug nos ofrece la oportunidad de conocer un poco más a fondo a otros personajes, especialmente a algunos de los enanos que acompañan a Thorin (¡Hola Kili!). De pronto, éstos ya no son héroes recortados de una página de papel, sino criaturas de carne y hueso que se sienten, paradójicamente, más humanas. En este cosmos de seres resulta imposible no extrañar a Andy Serkis como Gollum, pero Benedict Cumberbatch lo compensa como la voz del temible Smaug, protagonista del clímax del filme y de una de las mejores secuencias de acción y efectos especiales.
Cabe admitir que el 3D no tiene una aportación significativa (¿a poco estaba en 3D?). Conforme avanzan los cuadros, nuestra cabeza comienza a ignorar los esfuerzos del formato por resaltar lo que por sí sólo es atractivo visualmente. El cinefotógrafo Andrew Lesnie, en conjunto con el CGI, logra mantenernos inmersos en el misticismo de los escenarios en todo momento: ya sea en el Bosque Negro, en el reino de Thranduil, en la Ciudad del Lago o en las entrañas de Erebor.
La desolación de Smaug retoma los aciertos de su antecesora y la supera. El problema del ritmo pausado, a causa de las secuencias alargadas, es la debilidad por excelencia de la trilogía (los gajes de realizar 3 filmes épicos basados en un sólo libro); sin embargo, esto es mucho menos evidente en la segunda entrega. Sus sólidas secuencias de acción, de intrincadas y llamativas coreografías, le dan ligereza a la historia, transportándola de un punto a otro con más agilidad (mención especial a una persecución que se desarrolla río abajo).
Por cierto, atención, porque las referencias a El Señor de los Anillos siguen ahí…
NOTA: La película no fue proyectada en 48fps, sólo en 3D.