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Cine

Amour

09-01-2013, 3:33:48 PM Por:
Amour

El director austriaco Michael Haneke presenta la película Amour, un monumento fílmico que muestra con brutal honestidad el cruel paso de la vejez.

Cine PREMIERE: 5
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No hay superlativo suficiente para describir este monumento fílmico, una muestra ejemplar de habilidad artística que es a la par hermoso y de difícil digestión. El austriaco Michael Haneke nos encara con un espejo ardiente en el que vemos reflejado, con horror puro y brutal honestidad, uno de los temores primigenios del ser humano: el cruel paso de la vejez en uno mismo y en quienes nos acompañan. Dos leyendas del cine francés, Jean-Louis Trintignant (Tres colores: rojo) y Emmanuelle Riva (Hiroshima, mi amor), de recatada intensidad ambos, dan vida a Georges y Anne, una pareja de octogenarios, maestros de música retirados, que de pronto y tras una vida de notas y pasiones se encuentran compartiendo una existencia rutinaria y mínima (comer, recibir visitas de su hija Eva –Isabelle Huppert–, recordar el pasado).    

Como hizo Polanski en Repulsión (1965) y luego en ¿Sabes quién viene? (Carnage, 2011), Haneke crea aquí un espacio cinematográfico de confusión y encierro en el departamento parisino en que Georges y Anne pasan las jornadas que los encaminan al fin. La cámara se escabulle por los rincones, haciéndonos sentir invasores, entrometidos vulgares, de una intimidad que no nos pertenece, de una privacidad que es toda decrepitud (¿no es el cine en sí un acto de lascivo vouyerismo?). La fotografía de Darius Khondji destila los tonos ocre con que ya había pintado filmes de atmósferas asimismo enrarecidas, como Delicatessen (1991), Se7en (1995) y Funny Games U.S (2007) del propio Haneke.

Los amantes seniles son presos tanto de esas paredes, como de un par de cuerpos que se vacían y derrumban implacablemente. Poco importa que sean cultos: el cerebro, pasadas las décadas, pierde lucidez de forma repentina, como una ciudad víctima de un apagón. Así sucede con el de Anne, quien sufre una apoplejía.

Georges enfrenta la enfermedad de su esposa, que la despoja de casi todo lo que la hace única, con una combinación de aplomo, confusión y desesperanza. ¿Qué es lo que uno siente por un ser amado una vez que se esfuma su esencia? ¿Es el cuerpo, casi un cadáver ya, el objeto del deseo, o es acaso algo más, lo que a algunos les da por identificar como el alma? El ritmo de la narración logra que el espectador se introduzca en este estado de contemplación filosófica que se ve alterado por momentos de auténtico terror que ya envidiaría cualquier director del género.

Resulta notable que Haneke, heredero de Hitchcock y autor consumado, logre armar un filme sobre el amor incondicional que resulte tan brutal y terrible como sus anversos: la historia de ilógico sadismo en Funny Games, la pulsión masoquista en La pianista (2001) o la violencia endémica de El listón blanco (2009).

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autor Es investigador del Programa de Culturas Digitales de la Universidad de Sydney. Es el editor fundador de cinepremiere.com.mx y escribe sobre cine, televisión y tecnología en diversos medios nacionales e internacionales.
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