The Heike Story: Nada es para siempre
En esta edición de Anime al Diván, David Gutiérrez Vega nos habla sobre la brillante adaptación de Heike Monogatari a cargo de Naoko Yamada.
Naoko Yamada logra narrar una historia que trasciende el tiempo de la mano de una protagonista que representa algo más que a sí misma. Biwa proviene de la más baja esfera de la sociedad del periodo Heian, para ser testigo y relatora de la caída del clan más poderoso de la época.
Y es que es justo así como el relato se transmitió en primer lugar: de boca en boca, mediante canciones que los músicos viajeros diseminaron a lo largo de un país que, en adelante, sería dominado por la clase guerrera. Sin embargo, más que concentrarse en las batallas, The Heike Story enfatiza hasta qué punto los grandes acontecimientos tienen que ver con personas de carne y hueso.
La adaptación de Yamada y Science SARU expone al menos tres niveles del relato. El primero, más evidente, es el histórico, el de la lucha de poder que hay entre el clan más poderoso del momento y todos aquellos que, por una u otra razón, ven su poder disminuido. El segundo corresponde al pueblo que, en años venideros, habría de escuchar esta historia, transmitida de forma oral a través de juglares como Biwa, quienes la cantaban a todo aquel que quisiera escucharla. El tercero, mucho más sutil, es el religioso, consuelo de los desprotegidos. Una enseñanza enraizada en la fe budista de la época: nada de lo terrenal es para siempre.
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En cuanto a lo primero, hay muchas cosas que el espectador occidental puede que no tenga tan claras, pues las facciones y contendientes tienen de por sí una larga tradición que precede a este cuento. Los principales, Taira no Kiyomori y el emperador enclaustrado Go-Shirakawa, tienen una extensa historia juntos.
Kiyomori, proveniente de una familia provincial con poca influencia en el gobierno, ascendió en autoridad y riqueza luego de haber defendido los intereses de Go-Shirakawa, cuando recién se había convertido en emperador. La alianza de estos hombres fue de mucho beneficio para ambos, pero con el pasar de los años Kiyomori se había convertido en un advenedizo un tanto incómodo.
Su ambición y talento hizo que él y su descendencia ocuparan altos cargos en la corte, desplazando al sempiterno clan Fujiwara. El culmen de aquella escalada sería el matrimonio de Tokuko con el emperador reinante, Takakura. El proyecto consistía en que Tokuko lograra darle un hijo que fuera legítimo heredero del trono y que afianzara aún más la posición del clan Taira. Después de todo, descendería de él tanto por su padre (la madre del emperador Takakura era hermana de la esposa de Kiyomori), como por su madre.
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Sin embargo, esta lucha por el poder no era tan sencilla como para sellarse sólo de esa manera. Taira no Shigemori, hijo mayor de Kiyomori y heredero del liderazgo del clan, parecía ser consciente de que la posición privilegiada del clan Heike podía venirse abajo si no se respetaban las formas y se actuaba con prudencia.
En la serie, Shigemori se nos presenta como un hombre firme, pero a la vez cálido. Su encuentro con Biwa, una pequeña juglar a la que los soldados de su clan habían dejado huérfana, le advierte que sus peores temores están cerca de convertirse en una realidad. Ambos comparten el extraño poder de ver más allá de lo evidente, pero en tanto que ella es capaz de atisbar el futuro, él sólo puede ver los espíritus que le rodean. Así es como sabe que el rencor de los enemigos de su padre maldice la salud de la emperatriz Tokuko, y que los abusos de su clan alientan animadversión a lo largo y ancho del país.
Esta relación entre Biwa y Shigemori, que luego se extiende a los hijos de éste e incluso a la futura emperatriz, nos da el segundo nivel en el que se nos ofrece este relato. Históricamente, sabemos que lo que hoy conocemos como Heike Monogatari es un texto producido muchos años después de los hechos reales y que está aderezado de una interpretación religiosa, más cercana a la visión del pueblo. Biwa representa esta parte al convertirse en testigo y cronista de la caída del clan, cuyo destino inexorable ella conoce de antemano.
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En sus canciones, que intersectan la serie para relatarnos los hechos más influyentes, Biwa nos coloca en la posición del campesino que escucha con deleite y cierto horror, cómo el atrevimiento de deshonrar la dignidad de altos funcionarios, incendiar templos y oprimir a la gente común, se suma como una gran marea para volcar las aspiraciones de un clan puesto a la deriva, una vez que Kiyomori y Shigemori se adelantan en los caminos de la muerte.
Desde el piso de tierra y los techos vulnerables a los rigores de la naturaleza, hay cierta paz en escuchar que ni siquiera los más poderosos son inmunes a la ira divina, pero también hay una profunda verdad anclada en esta filosofía: “Todo lo que existe tiene un final”. Esta frase, que abre el texto como lo conocemos ahora y que tiene un fuerte trasfondo budista, sirve al mismo tiempo como una premonición. La llama del poder se extingue igual que la de los hombres. Sólo hace falta una brisa de cambio.
Pero, así como la historia no comienza realmente con el descontento del emperador enclaustrado, tampoco termina de manera definitiva con la derrota del clan Heike a manos de los Minamoto. Éste es, si acaso, un nuevo comienzo.
El nuevo clan gobernante daría inicio a una era de guerreros que habría de trastocar aún más el orden que se había establecido en lo que hoy conocemos como el periodo Heian. Una nueva era de guerra, traición y desorden, en la que la tragedia del Heike demuestra que en este mundo sólo puede existir el sufrimiento del karma; que el mundo sólo da vueltas en el mismo eje y que sólo la fe en la Iluminación trae verdadera paz.
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The Heike Story está disponible en Funimation.