En la película Sujo, el hijo de un sicario escapa de la violencia y llega a la UNAM

Las cineasta mexicanas Fernanda Valadez y Astrid Rondero fueron premiadas en la pasada edición de Sundance por su retrato de una juventud que, en medio de la violencia, busca abrirse camino hacia un futuro distinto. La pregunta clave es si es posible.
¿Existe forma de escapar a la violencia cuando se vive rodeado por ella? Desde los cuatro años, Sujo vive escondiéndose y escapando a los enemigos de su padre, un sicario de Tierra Caliente. Al cuidado de su tía Nemesia (Yadira Pérez Esteban) y gobernado por su brújula moral y espiritual, el niño se hace adolescente y empieza a sentir curiosidad por explorar lo que hay más allá de su aislamiento. Pero apenas comienza a disfrutar algo de libertad, la amenaza de violencia vuelve y debe huir de nuevo, sin saber si este nuevo inicio lo librará al fin del destino que parece pesar sobre él.
Las directoras Fernanda Valadez y Astrid Rondero llegaron a Sundance en 2020 con Sin señas particulares, la segunda película en la que hicieron equipo. Con una cinta que seguía a una madre en busca de su hijo desaparecido en el México dominado por el crimen organizado, se llevaron el Premio del Público, además del Premio del Jurado a Mejor Guion. Ahora regresan con la película Sujo, en donde exploran otro lado de esa violencia, el de los niños que cargan con las consecuencias y que crecen buscando escapar del mismo destino. Protagonizada por Juan Jesús Varela, la cinta está estructurada en diferentes episodios que siguen a este adolescente en su camino de Tierra Caliente hasta la UNAM en la Ciudad de México, en donde la posibilidad de un futuro distinto se abre ante él.
Las cineastas mexicanas nos cuentan más sobre Sujo, que además se llevó el Gran Premio del Jurado de la sección World Cinema Dramatic de dicho festival, que se celebra cada año en Utah, Estados Unidos.


Considerando que regresan a Sundance después de ganar dos premios con Sin señas particulares, ¿cómo fue la respuesta a Sujo tras su estreno en comparación con aquella cinta?
Astrid Rondero: Aunque ya teníamos la experiencia previa, por supuesto que estábamos muy nerviosas. Nos conmovió mucho la reacción del público. Sí es una película que continúa una conversación, pero al revés: ¿cómo puede un chico salir de un círculo de violencia como el que estamos viviendo en el país?
Fernanda Valadez: Fue muy emotiva, muy fuerte. Fue en un cine muy grande, más de 500 personas en la sala. Estábamos con un crew bastante nutrido, con tres de nuestros actores, la fotógrafa, la editora, productores, como que nos sentimos muy arropadas tanto por el público como por el festival.
¿Les llamó la atención algún comentario o pregunta del público?
Astrid Rondero: Sí. La experiencia de las personas que no son mexicanas, es por supuesto conmovida y muy entusiasta, y más esperanzadora. Y la de los mexicanos que han visto la función –hay muchos aquí, particularmente en Salt Lake City– sí tiene una cuestión de mucho dolor.
Esta película viene de sentir que había algo que no habíamos explorado, algo que nos debíamos a nosotras. Entonces creo que la experiencia sí es dolorosa porque todos nos preguntamos qué va a pasar con esas generaciones; a nosotras como adolescentes nos tocó ver un país distinto y ahora sí sentimos que no hay tantas alternativas para la gente joven en las comunidades que están más cooptadas por la violencia y por el crimen organizado.
Vi mucha congruencia con sus películas anteriores en el aspecto del estilo visual. Pero en esta no abordan solo lo real, sino también está muy marcada una parte surreal con presencias, sueños y visiones. ¿A qué se debe que decidieran darle peso a ese aspecto?
Fernanda Valadez: Creo que una de las cosas que nos emocionaban mucho de Sujo, era poder abordar cada episodio literalmente con un set de lentes diferente, y con una perspectiva específica para cada episodio. Hay una frase que Astrid usa y a mí me gusta mucho, y es que nuestro objetivo era que cada parte de la película fuera como una estación en la vida de este niño que crece para ser un hombre joven. Con eso en mente, la parte de Nemesia, que es la tía que lo acoge y que lo forma espiritualmente, lleva esa relación con lo desconocido, con la naturaleza, con aquello que no podemos nombrar, que tendría que ver con nuestros sueños y nuestros miedos. Y que son cosas que en nuestra vida racional muchas veces queremos poner del lado, pero que están en la experiencia de lo humano y que alimentan a Sujo espiritualmente.
¿Es decir que la división en episodios corresponde a distintas perspectivas?
Astrid Rondero: A diferentes etapas en la vida y formación de un personaje. Justo nos preguntaban qué es lo que más nos inspiraba y creo que fueron las novelas de crecimiento, estas novelas sobre huérfanos que aparecen en distintos momentos críticos de la historia, donde puedes hablar de una situación social a través de un lente, que es el lente más amoroso que uno puede tener hacia la condición humana, el crecimiento y formación de un ser humano. Queríamos hacer eso y también jugar con el estilo, que nos entusiasma mucho. Sé que a los cineastas latinoamericanos se nos pide más el realismo, pero la verdad es que le dedicamos tanto tiempo a las películas que hacemos, que a Fernanda y a mí nos encanta probar cosas que deseamos hacer como directoras.
¿Cómo fue grabar con actores niños y jóvenes? Me parece es otra cosa que distingue mucho a esta cinta de las anteriores.
Fernanda Valadez: Fue uno de los mayores retos, de los mayores placeres. Fue una conversación larga que tuvimos Astrid y yo: ¿de qué edad íbamos a castear a los niños? Finalmente acordamos que para nosotras era importante poder reflejar la inocencia de un niñito que apenas ha rebasado el ser bebé, y fue así que casteamos a Kevin Aguilar y Alexandro Fonseca, que son Sujo y Jai –ambos de 4 años recién cumplidos– para poder conectar con el espectador a partir de un niño que está aún en una edad muy inocente. Trabajar con chiquitos de 4 años nos puso a prueba, nos hizo repensar nuestras herramientas como directoras y como equipo de producción, y nos hizo ser un poco entre animadoras, maestras de kínder, regañonas a veces, pero fue muy divertido.
Astrid Rondero: También nos apoyamos mucho de Lizeth Rondero, que es mi hermana y es actriz de teatro, y ella fue la que nos ayudó a abrir a los chicos y a los niños a este juego. Para nosotras es muy importante que alguien profesional esté acompañando esa etapa, para que podamos tener un lenguaje en común con ellos. Fue muy especial, de lo que más disfrutamos.

¿Por qué la decisión de grabar en la UNAM hacia el final de la película? ¿Cómo fue la experiencia?
Fernanda Valadez: Desde los primeros tratamientos, conversándolo con colegas en algunas asesorías, nos recomendaban que la película tenía que terminar cuando Sujo deja su pueblo. Pero para nosotras era muy importante esa última parte, el poder imaginar de una manera verosímil el viaje de un chico hacia un futuro posible, aunque lo dejamos no en un punto de éxito, sino en una indefinición que esperamos tenga otras alternativas. Nuestro objetivo era abrir esa posibilidad. Astrid y yo somos egresadas de la UNAM, y esa experiencia de la UNAM como espacio de permeabilidad social, el principal punto de encuentro y de acceso no solamente a la educación, sino a la reflexión sobre lo que somos, era muy importante y simbólica. Y bueno, fue un proceso difícil en términos de producción, pero al final nos abrió la puerta y es la razón por la cual es una coproducción con la UNAM y con la ENAC.
Astrid Rondero: Y yo creo que cuando estuvimos filmando la vida de Sujo en CDMX de verdad fue una experiencia que no habíamos tenido antes, de sentir que estábamos viendo la vida de este chico cambiar. Y aquí en Sundance la reacción a esa parte nos hace sentir “qué bueno que no hicimos caso a esos comentarios de acabar la película antes”. Porque creo que eso es lo que como directoras más nos interesa de esta película, ese cambio radical y esa exploración de otros espacios que son parte integral de lo que es México, esa cosa tan extraña y loca que es este país. Y parte de esa cosa extraña y loca que es este país somos nosotras haciendo películas, dos mujeres haciendo películas en un contexto tan adverso.
Además de ser una especie de respuesta a sus cintas anteriores, me preguntaba si también encontraron inspiración en alguna noticia o investigación de este tema.
Astrid Rondero: La principal fueron las crónicas del periodista Javier Valdez sobre levantones y los huérfanos del narco. Efectivamente es un tema del que no se habla, hay estimaciones de entre los 80 mil hasta 1.6 millones de niños huérfanos producto de la guerra contra el narco, y ya nada más esa falta de claridad en la numeralia nos hizo pensar que teníamos que contar una historia sobre esto. Y luego también como decía Fer, la gente que ha ido a la UNAM lo sabe, es un crisol de la sociedad mexicana. Creo que también de ahí venía el querer contar una película sobre un niño que cambia totalmente su perspectiva.
Fernanda Valadez: Creo que esta es una reflexión y como lo hemos conversado contigo, las películas no dan respuestas, lo que dan son preguntas, que en el mejor de los escenarios abren una conversación. Pero es una conversación que sentimos urgente tras prácticamente dos décadas de guerra contra el narco, de desapariciones, de gobiernos, de todos los bandos, todos fracasados en resolver esta crisis. Tenemos que preguntarnos qué pasa con las generaciones más jóvenes, en lugares en los que parece que las alternativas son la migración o el reclutamiento. Y si nuestra respuesta es que lo que queda es la violencia, creo que estamos fracasando como sociedad. Entonces la película no da una respuesta, lo que queremos es conversar sobre que hay una urgencia de buscar soluciones a esta crisis humanitaria tan larga ya.
