Algunos de los directores más destacados en la historia del cine tuvieron que escalar posiciones para alcanzar el reconocimiento del público y la crítica. Otros siguieron una ruta completamente distinta, con óperas primas tan brillantes que les permitieron demostrar sus cualidades desde muy temprano y fueron determinantes para impulsar sus respectivas carreras hasta lo más alto.
A continuación un recorrido cronológico por las mejores óperas primas de los grandes directores de todos los tiempos.
El chico (Dir. Charles Chaplin, 1921)
Luego de siete años dirigiendo decenas de cortometrajes, Charles Chaplin decidió incorporarse al mundo del largo con la que terminaría convirtiéndose en una de sus cintas más representativas: El chico. Como ya era una tradición en la obra del creativo, la historia gira alrededor de Charlot, cuyas desventuras le hacen cruzarse con un bebé abandonado al que termina criando como si fuera su propio hijo. La cinta fue aplaudida por su emotiva trama capaz de arrancar risas y lágrimas por igual, lo que resultó determinante para cimentar uno de los legados más memorables del celuloide que creció aún más con clásicos como Luces de la ciudad (1931), Tiempos modernos (1939) y El gran dictador (1940).
El halcón maltés (Dir. John Huston, 1941)
Humphrey Bogart acumulaba más de diez años de trayectoria cuando John Huston le dio el rol protagónico de El halcón maltés. Por aquel entonces, ambos ignoraban que la historia de un detective privado en busca de una codiciada estatuilla impulsaría sus respectivas carreras hasta convertirlos en dos de los mayores referentes en la historia del cine, con una cinta que triunfó en crítica y taquilla por igual, y que sigue generando polémica entre los que piensan que sus tres nominaciones al Oscar fueron insuficientes para uno de los grandes clásicos del cine negro. No pasó mucho tiempo para que ambos fueran reconocidos por la Academia, uno por su actuación en Casablanca (1942) y el otro por la dirección de El tesoro de la Sierra Madre (1948), destacando que este último filme marcaría el segundo de cinco reencuentros a lo largo de sus respectivas trayectorias.
Ciudadano Kane (Dir. Orson Welles, 1941)
Muchos lo han intentado, pero nadie ha podido superar lo hecho por Orson Welles, cuyo debut como director resultó en la que es considerada por muchos como la mejor película de todos los tiempos, con la historia de un magnate periodístico y los esfuerzos por aclarar el secreto tras su última palabra antes de morir: Rosebud. Más curioso aún es que la cinta parecía destinada a convertirse en la ópera prima del ambicioso creativo, ya que nunca pudo concretar su anhelada adaptación de Heart of Darkness, mientras que su primera incursión al cine con Too Much Johnson (1938) nunca fue exhibida públicamente por tecnicismos legales. Nominada a Mejor película, director y actor, y reconocida como Mejor guion, marcó la consolidación de Welles como un auténtico amo y señor del entretenimiento que triunfó en su paso por radio, teatro y cine.
12 hombres en pugna, (Dir. Sidney Lumet, 1957)
La crítica social fue una de las mayores características en la obra de Sidney Lumet, práctica que comenzó desde su ópera prima con 12 hombres en pugna, donde explora los fallos del sistema penal norteamericano con un jurado que sustenta su veredicto en el hartazgo del caso, sus compromisos previos y la incomodidad de la sala en la que se encuentran. Todo esto apoyado por un ensamble de alto nivel encabezado por Henry Fonda como el único individuo ansioso por indagar en la pruebas para asegurarse que se haga justicia. Obtuvo tres nominaciones al Oscar incluyendo Mejor película y director, iniciando así una de las carreras realizadoras más memorables de todos los tiempos y que incluyó títulos tan ambiciosos como Tarde de perros (1975), Network (1976) y Será justicia (1982) con la que abordó inquietudes legales similares.
Sin aliento (Dir. Jean-Luc Godard, 1960)
La fascinante historia de un criminal de poca monta implicado en el asesinato de un policía y que planea escapar a Italia con su novia norteamericana, fue determinante para que el mundo prestara mayor atención a las nuevas tendencias fílmicas en territorio galo, que pasarían a la historia como la Nouvelle Vague o Nueva Ola Francesa. Tuvo un tibio paso por los distintos certámenes internacionales, lo que no le impidió hacerse con el Oso de Plata de Berlín y convertirse en una película decisiva dentro de la cinematografía mundial. A pesar de estos logros, Godard nunca se sintió plenamente satisfecho con su labor en este filme al considerar que las tendencias y presiones de la época le privaron de tomar mejores decisiones, concluyendo en 1964 que tanto él como sus contemporáneos “entramos en el cine como hombres de las cavernas en el Versalles de Luis XV”.
Los 400 golpes (Dir. François Truffaut, 1960)
François Truffaut sólo necesitó de una película para demostrar el talento creativo que le convertiría en uno de los mejores directores de todos los tiempos. La cinta gira alrededor de un chico parisino cuyo trágico estilo de vida, caracterizado por la pobreza, las discusiones familiares y el desinterés maternal, desemboca en una actitud desafiante y rebelde que termina conduciéndole al mundo de la delincuencia juvenil. La cinta fue acreedora a diversos reconocimientos, destacando Mejor director en Cannes. Más destacado aún es que se le considera uno de los filmes decisivos dentro de la Nueva Ola Francesa y que a más de medio siglo de distancia sigue siendo considerada como una de las mejores películas de todos los tiempos.
Cuchillo en el agua (Dir. Roman Polanski, 1962)
Roman Polanski incursionó en la realización con una historia sencilla, pero de enorme fuerza narrativa que convirtió un simple paseo en bote en un trágico triángulo amoroso. El proyecto sobresalió todavía más porque dos de sus tres únicos actores eran debutantes, lo que no mermó los resultados gracias al talento innato del cineasta. Triunfó en crítica y taquilla, hizo historia al convertirse en el primer filme polaco nominado al Oscar como Mejor película extranjera y fue determinante para iniciar una carrera brillante, pero que se ha visto opacada por la polémica en más de una ocasión.
¿Quién teme a Virginia Woolf? (Dir. Mike Nichols, 1966)
Mike Nichols sólo necesitó su ópera prima, ¿Quién teme a Virginia Woolf?, para demostrar su maestría realizadora al momento de capturar las siempre complejas relaciones sentimentales. La cinta, inspirada en la puesta en escena de Ernest Lehman, nos introduce con una pareja madura que aprovecha a un par de invitados más jóvenes para liberar una serie de frustraciones matrimoniales acumuladas a lo largo de los años en una noche de locura y alcohol. El poderoso argumento se vio favorecido por las cualidades de Elizabeth Taylor y Richard Burton, una de las duplas histriónicas más talentosas, polémicas y recurrentes del cine, en uno de los mejores encuentros de toda su carrera junto con la mítica Cleopatra (1963). La Academia reconoció las dotes de Nichols con una nominación a Mejor director y sólo pasó un año para que el cineasta se hiciera con la estatuilla por El graduado (1967).
La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968)
No sólo concibió una de las mejores óperas primas de todos los tiempos, George A. Romero también fue responsable de una de las mayores reinvenciones del terror con La noche de los muertos vivientes, considerada por muchos como el detonante para la popularización del subgénero zombie. Para lograrlo, el cineasta y su equipo creativo reinventaron el concepto de los no-muertos para convertirlos en caníbales que no se detendrían ante nada para llegar a sus víctimas, apoyándose además en una estética blanco y negro para solucionar desafíos técnicos y económicos. El resultado es una de las películas más fascinantes de todos los tiempos, así como una de las más rentables, con una inversión de apenas $114,000 USD que generó una taquilla de $30 mdd.
Eraserhead (Dir. David Lynch, 1976)
En el papel, Eraserhead gira alrededor de un hombre que debe criar en soledad a un hijo con severas malformaciones en cuanto su pareja les abandona. Esta premisa, aparentemente sencilla, se distorsiona ante los perturbadores personajes y el entorno onírico que caracteriza la cinta debut de David Lynch. Parecía destinada al fracaso, pero las funciones de media noche y el formato casero la hicieron rentable, mientras que la excentricidad propia de su trama y su gran cantidad de interpretaciones han garantizado su estatus de culto por generaciones. Adorada por algunos y despreciada por otros, no sorprende que muchos le consideren la ópera prima más memorable e influyente en toda la historia del cine.
Mad Max (Dir. George Miller, 1979)
La distopía australiana generó opiniones encontradas tras su estreno en 1979: unos la vieron como una obra maestra que definiría el rumbo de la industria oceánica y otros como una auténtica basura dirigida a los amantes de la violencia sin sentido. El tiempo dio la razón a los primeros, pues la cinta se convirtió en todo un símbolo de la solitaria decadencia humana, comenzó una exitosa franquicia e inspiró a numerosos creativos de diversas ramas. También disparó a Mel Gibson y muy especialmente a George Miller, cuyo talento como cineasta trascendió las fronteras posapocalípticas para llevarle a títulos tan variados como Las brujas de Eastwick (1987), Happy Feet (2006) que le dio el Oscar a Mejor película animada y de vuelta a Mad Max con Furia en el camino (2015) que haría historia al acumular toda clase de reconocimientos, incluyendo la nominación al Premio de la Academia como Mejor película del año.
El despertar del diablo (Dir. Sam Raimi, 1981)
No sólo es una de las mejores óperas primas, sino que representa un antes y un después para el terror al fusionar elementos paranormales y slasher para dar una cinta realmente brutal. Sin embargo, su verdadera diferenciación radicó en que Sam Raimi nunca dudó en reírse de los excesos de su historia y del propio género, lo que resultó en una trama tan escalofriante como divertida. Su originalidad y frescura condujeron a una franquicia de enorme popularidad y que recientemente batalló con un remake que fue incapaz de capturar su esencia inicial. No menos destacable fue el destino de Sam Raimi, cuya comprensión del miedo le ha permitido trasladarlo a mundos tan variados como los superhéroes o la fantasía, convirtiéndose así en una auténtica mente maestra del terror.
Elementos del crimen (Dir. Lars von Trier, 1984)
Lars von Trier pasó a la historia desde muy temprana edad, cuando su mediometraje estudiantil Images of Liberation (1982) se convirtió en el primer filme estudiantil distribuido comercialmente en Dinamarca. Las expectativas alrededor de su talento se concretaron con Elementos del crimen (1984), sobre un detective que recurre a métodos poco convencionales para investigar un caso que le fuera legado por su mentor. Fue nominada a la Palma de Oro de Cannes, comenzó la trilogía Europa que aborda las preocupaciones continentales de cara a un futuro distópico y fue clave para que el danés perfeccionara su estilo narrativo y visual que le han convertido en uno de los cineastas más aclamados, pero también más controvertidos, en la historia del celuloide.
Simplemente sangre (Dir. Joel & Ethan Coen, 1984)
Aunque suele ser atribuida a Joel, lo cierto es que Simplemente sangre representó el debut realizador de los hermanos Coen y como tal, el inicio de la que bien puede ser considerada la dupla creativa más importante de los últimos años. La historia de un hombre adinerado que contrata a un investigador para que mate a su esposa infiel y su amante, deja ver varios de los elementos que se tornarían icónicos en la obra de sus directores, como el factor criminal y las complicaciones en los planes iniciales que conducen a un desenlace impredecible. No menos destacado fue que representó su primera colaboración con Frances McDormand, actriz clave en su filmografía y que unos años después ganaría su primer Oscar con Fargo (1996). Estos elementos contribuyeron a que el American Film Institute le colocara entre los 100 mejores thrillers de todos los tiempos, un privilegio poco común para una cinta debut.
This Is Spinal Tal (Dir. Rob Reiner, 1984)
La polifacética carrera de Rob Reiner, responsable de títulos tan diversos como Cuenta conmigo (1986), La princesa prometida (1987), Cuando Harry encontró a Sally (1989), Misery (1990) y Cuestión de honor (1992), requería un inicio que implicara originalidad, una buena dosis de riesgos y alta calidad. Tal fue el caso de This Is Spinal Tap, una ópera prima fascinante que recurre al mockumentary para explorar el tour norteamericano de una falsa banda británica de heavy metal con la doble intención de satirizar las pretensiones propias del mundo de la música y mofarse de los numerosos documentales musicales estrenados en los 70 e inicios de los 80. Aunque incomprendida por muchos, es pieza clave para comprender una de las filmografías más aplaudidas de los últimos años.
Perros de reserva (Dir. Quentin Tarantino, 1992)
Hace tiempo que Quentin Tarantino manifestó su intención de retirarse de la dirección tras la realización de su décima película para garantizar un legado cinematográfico de alto calibre que inició brillantemente con Perros de reserva. La cinta, sobre un atraco mal ejecutado y las sospechas de un traidor al interior del grupo, sentó las bases de una filmografía caracterizada por la violencia y los giros inesperados, pero también por una singular naturaleza reflexiva concebida especialmente para un mundo hostil. Aunque pasó virtualmente desapercibida de la temporada de premios, siendo sus nominaciones a los Independent Spirit Awards su mayor logro, los elementos descritos anteriormente le permitieron conquistar a un público que la sigue ubicando entre los mejores trabajos del cineasta y que aún sueña con una potencial expansión de la historia a partir de un spinoff de Vic Vega.
Cronos (Dir. Guillermo del Toro, 1993)
El terror es un género fundamental dentro del cine mexicano, siendo Guillermo del Toro uno de sus exponentes más relevantes con una filmografía obsesionada con la exploración de los monstruos. Esta tradición comenzó desde su ópera prima, Cronos, sobre un dispositivo ancestral que da vida eterna y que cae en manos de un comerciante de antigüedades que ve cómo el sueño de muchos se transforma en una auténtica maldición. Pasan los años y sigue siendo objeto de alabanza por distintas razones: su perturbadora historia, la primera colaboración del tapatío con Ron Perlman y Federico Luppi, y la destreza con la que el cineasta convierte a los monstruos en criaturas atormentadas por el dolor y la incomprensión humana. Elementos clave en la obra de del Toro y que no tardaron en posicionarle entre los creativos más destacados de la industria contemporánea.
Tesis (Dir. Alejandro Amenábar, 1996)
Alejandro Amenábar empezó a trabajar en la que sería su ópera prima desde que estaba en la universidad. Reprobó varias materias y no terminó sus estudios, pero a cambio se convirtió en uno de los cineastas españoles más aclamados en todo el mundo. Se trata de Tesis, sobre una joven estudiante interesada en comprender la fascinación humana por la violencia y cuya búsqueda le conduce a una cinta snuff donde una chica de su propia facultad funge como víctima. Un impactante estudio de la naturaleza humana que le valió siete Premios Goya, incluyendo Mejor película y director, y que le dio confianza para trabajar en historias cada vez más arriesgadas como Abre los ojos (1997) y Mar adentro (2004), así como para saltar al campo internacional con Los otros (2001). Estas bases fueron fundamentales para que Amenábar alcanzara la madurez absoluta con Mientras dure la guerra (2019), un crudo reflejo de la Guerra Civil Española desde la perspectiva de Miguel de Unamuno y que fue considerada por amplios sectores de la crítica como la mejor película española del 2019, incluso por encima de Dolor y gloria de Pedro Almodóvar.
Pi: El orden del caos (Dir. Darren Aronofsky, 1998)
Siempre interesado en el lado más oscuro de la psique humana, Darren Aronofsky comenzó su fascinante carrera realizadora con Pi: El orden del caos, sobre un matemático obsesionado con encontrar un patrón numérico que le permita descifrar los secretos del mundo y del universo. El proyecto requirió el apoyo financiero de familiares y amigos del novel cineasta, así como la omisión de permisos para filmar en locación con los que se ahorró varios cientos de dólares. El esfuerzo valió la pena, pues la cinta alcanzó el estatus de culto que mantiene hasta nuestros días y permitió la posterior realización de Réquiem por un sueño que terminó de impulsar una de las trayectorias más fascinantes de los últimos años.
Following (Dir. Christopher Nolan, 1998)
Es difícil negar que Amnesia (2000) fue la cinta que catapultó la carrera de Christopher Nolan, pero también que nada habría sido posible sin una ópera prima como Following. La película hace honor a su título, con un escritor falto de inspiración que empieza a seguir a la gente con la esperanza de encontrar un buen argumento para una novela, búsqueda que lo conduce con un criminal que lo acoge bajo su manto. Fue realizada con apenas $6,000 USD de presupuesto y con Nolan en varios cargos importantes para reducir costos lo más posible, lo que resultó en una visión completamente apegada a los deseos del cineasta y que actualmente goza del estatus de culto por la introducción de varios elementos técnicos/narrativos que se tornarían tan recurrentes como indispensables para la construcción de su exitosa filmografía.
El gigante de hierro (Dir. Brad Bird, 1999)
Es fácil pensar que los éxitos animados de Brad Bird comenzaron con Los Increíbles (2004) y Ratatouille (2007), ambas realizadas bajo el escudo de Pixar, cuando lo cierto es que el cineasta incursionó en la técnica varios años antes con una ópera prima de altísima calidad, pero que nunca gozó de la popularidad de Luxo Jr. Se trata de El gigante de hierro, sobre un robot extraterrestre diseñado para la destrucción, pero que termina convirtiéndose en el mejor amigo de un niño solitario que lo educa en el arte de la bondad, el heroísmo y los comics. Su popularidad ha aumentado con el paso de los años y hoy se le considera una cinta indispensable para los amantes de la animación.
¿Quieres ser John Malkovich? (Dir. Spike Jonze, 1999)
Luego de un largo paso por la dirección de videos musicales, Spike Jonze saltó a la pantalla grande con una ópera prima de tintes surrealistas, sobre un titiritero desempleado que descubre una misteriosa puerta que conduce directamente a la cabeza de su ídolo John Malkovich. Una premisa excéntrica y que de primera instancia puede parecer absurda, pero que resultó en una original exploración del escapismo suscitado en el mundo contemporáneo y que sigue inspirando toda clase de interpretaciones hasta nuestros días. Su nominación al Oscar a Mejor director le convirtió en la catapulta ideal para una trayectoria fascinante que no duda al momento de deambular entre la ensoñación y la realidad, lo que ha resultado en algunas de las películas más originales del cine contemporáneo y en comparativos directos con el mítico Alain Resnais.
Las vírgenes suicidas (Dir. Sofia Coppola, 1999)
Tener como padre a Francis Ford Coppola, uno de los grandes cineastas de todos los tiempos, sería difícil para cualquier aspirante a director. No fue el caso de Sofia Coppola, quien aprovechó sus enseñanzas para forjar una carrera propia y fascinante a su propio estilo que comenzó brillantemente con Las vírgenes suicidas, adaptación de la novela homónima de Jeffrey Eugenides sobre cinco hermanas con problemas de depresión y aislacionismo por las estrictas medidas de control al interior de su familia. A pesar de la crudeza propia de la premisa, la realizadora demostró una enorme destreza técnica y narrativa al rodear la historia de un aura ensoñadora con la que convierte la adolescencia en un instante tan mágico como doloroso, pero siempre cautivador. Tuvo un exitoso paso por Cannes, alcanzó el culto e indirectamente fue de gran ayuda para la concepción de la que suele ser catalogada como su obra maestra: Perdidos en Tokio (2000).
Belleza americana (Dir. Sam Mendes, 1999)
Varios directores han sido nominados al Oscar con su ópera prima, pero sólo unos cuantos han sido galardonados con la estatuilla. Sam Mendes fue el sexto y último hasta ahora con Belleza americana, una estupenda crítica del sueño americano a partir de la figura de Lester Burnham, un auténtico fracasado que decide combatir la monotonía de la vida tras obsesionarse con la sensual amiga de su hija adolescente y entablar una relación de amistad con su excéntrico vecino. Su mensaje liberador cobra mayor fuerza con las estupendas actuaciones de su elenco encabezado por Kevin Spacey y Annette Bening, así como por su destreza técnica en el uso de luz, color y decorados. Más que merecida ganadora del Oscar a Mejor película y detonante de una de las carreras realizadoras más destacadas en la historia contemporánea.
Amores perros (Dir. Alejandro González Iñárritu, 2000)
Alejandro González Iñárritu fue el primero de los Tres Amigos en alcanzar fama internacional con Amores perros, con la que abordó la tragedia humana a partir de tres historias conectadas por un accidente automovilístico, la presencia canina y el eterno sufrimiento que caracteriza a la sociedad. Fue nominada al Oscar a Mejor película extranjera, pero no pudo hacerse con la estatuilla porque se topó con la imbatible El tigre y el dragón de Ang Lee. Aun así, su legado se expandió al iniciar la Trilogía del Dolor, complementada por 21 gramos (2003) y Babel (2006), y por comenzar una brillante trayectoria creativa que acumula cuatro Premios de la Academia, incluyendo dos a Mejor película por Birdman (2015) y El renacido (2015).
Desapareció una noche (Dir. Ben Affleck, 2007)
Era fácil pensar que la carrera de Ben Affleck quedaría marcada para siempre por los fracasos de Daredevil (2003) y Gigli (2003). La perspectiva cambió cuando el actor y guionista volteó hacia la dirección con Desapareció una noche (2007), cuya trama de un secuestro infantil resonó al coincidir con la desaparición de la británica Madeleine McCann y que fascinó al explorar la manera en que dos investigadores privados se ven afectados al adentrarse de lleno en este inframundo criminal. No pasó mucho tiempo para que Affleck demostrara que su éxito tras las cámaras no fue coincidencia, con las ovacionadas Atracción peligrosa (2010) y muy especialmente Argo (2012) que terminaría convirtiéndose en la flamante ganadora del Oscar a Mejor película y en objeto de enorme polémica cuando la Academia privó a su mente maestra de la nominación a Mejor director.
Ex Machina (Dir. Alex Garland, 2014)
Alex Garland manifestó su interés por un sci-fi reflexivo con los guiones de Exterminio (2002), Sunshine (2007) y Nunca me abandones (2010), películas que además le dieron la oportunidad de trabajar al lado de cineastas como Danny Boyle y Mark Romanek. Al final, toda esta experiencia fue determinante para que el británico debutara con un filme de alto calibre como Ex Machina, donde apoyado por una tercia de primer nivel integrada por Domhnall Gleeson, Oscar Isaac y Alicia Vikander, introduciría una de las películas más aclamadas de su año y en una de las óperas primas más memorables de todos los tiempos. La cinta indaga la interacción entre un programador y una sofisticada inteligencia a la que debe evaluar y con la que termina formando una peculiar conexión. Un filme hipnótico que no tardó en posicionarse entre los títulos más aclamados del género en el siglo XXI y que marcó el inicio de una muy exitosa trayectoria.
La bruja (Dir. Robert Eggers, 2015)
Cortometrajes como Hansel and Gretel (2007) y The Tell-Tale Heart (2008) fueron de gran ayuda para que Robert Eggers descifrara la mejor manera de trasladar al celuloide su afición por el folklore, las leyendas y la cultura popular. Fue así como nació La bruja, que aprovechó los miedos de los primeros pobladores norteamericanos para explorar la tragedia de una familia exiliada del pueblo y como tal, de la protección de Dios frente a los demonios que acechan en las sombras. Un filme espeluznante, que caracterizado por su elegancia visual y narrativa, ha resultado en una trayectoria verdaderamente hipnótica que incluye El faro (2019) y que pronto se extenderá con The Northman y el arriesgado remake de Nosferatu.
¡Huye! (Dir. Jordan Peele, 2017)
Luego de concentrar su carrera como guionista en la comedia, muchos se sorprendieron cuando Jordan Peele se decantó por el terror para su ópera prima. Y no sólo eso, sino una auténtica metáfora social como ¡Huye!, sobre una sociedad caucásica dispuesta a todo por sacar el máximo provecho de los afroamericanos. El creativo fue nominado al Oscar por Mejor película y director, y reconocido con la estatuilla al Mejor guion original. El filme también le convirtió en referente del género, no sólo como realizador, sino como escritor y productor, con proyectos de cine y televisión cuya naturaleza perturbadora no se limita a la trama, sino que se extiende a las reflexiones generadas en las audiencias.
El legado del diablo (Dir. Ari Aster, 2018)
Si películas como El bebé de Rosemary (1968) y El resplandor (1980) se convirtieron en clásicos del terror gracias a la capacidad de sus respectivos directores, Roman Polanski y Stanley Kubrick, para fusionar elementos racionales e irracionales en una misma historia. Más sorprendente fue el caso de Hereditary, con un debutante Ari Aster emulando esta compleja fórmula para dar una de las cintas más perturbadoras de los últimos años, donde una tragedia familiar desemboca en una historia sectaria dominada por los horrores satánicos. Fue motivo de alabanza en Sundance y tuvo un paso destacado por distintos festivales del mundo, mientras que su omisión de los grandes certámenes provocó la indignación del público. Esta buena recepción fue clave para que su cineasta probara con técnicas incluso más arriesgadas como fue el caso de Midsommar (2019), clásico instantáneo del terror ritual y uno de los pocos exponentes del género que se atrevió a cambiar la oscuridad por la luz del día.
Luis Miguel Cruz Algún día me uniré a los X-Men, la Alianza Rebelde o la Guardia de la Noche. Orgulloso integrante de Cine PREMIERE desde el 2008.