Marlon Brando: Las mayores controversias de su carrera
Protagonista de grandes clásicos, pero también de numerosos escándalos, Marlon Brando es una de las figuras más polémicas en la historia del cine.
Marlon Brando siempre será recordado como uno de los mejores actores de todos los tiempos y protagonista de numerosos clásicos como Un tranvía llamado deseo (1951), On the Waterfront (1954), El padrino (1972) y con breves, pero memorables apariciones en títulos como Superman (1978) o Apocalipsis ahora (1979). A esto sumemos su impresionante palmarés que incluye dos Premios de la Academia y seis nominaciones más.
Sin embargo, aquellos que trabajaron con él coinciden en que su talento siempre vino acompañado de grandes retos: el perfeccionismo de su método histriónico, su negativa a memorizar diálogos en beneficio de la improvisación y su durísima personalidad que le valió incontables conflictos a lo largo de su carrera.
¿Fue realmente un actor tan conflictivo como dicen las leyendas de Hollywood? Recopilamos las diez mayores controversias en la vida y obra de Marlon Brando para que lo decidan por ustedes mismos.
Nota: Los sucesos son presentados en orden cronológico.
Guys and Dolls (Dir. Joseph Mankiewicz, 1955)
Daniel O’Brien asegura en The Frank Sinatra Guide Film que el actor conocido como ‘la Voz’ desarrolló una gran animadversión por Marlon Brando desde que este le ganó la carrera por el rol estelar de On the Waterfront (1954) y que desde entonces se refirió a él como “el actor más sobrevalorado del mundo” o “mumbles (murmuros)” por su peculiar forma de hablar. Esta rivalidad aumentó cuando ambos actores compartieron créditos en Guys and Dolls, ya que cada uno tenía métodos histriónicos radicalmente opuestos: Sinatra disfrutaba ensayar continuamente y las tomas rápidas; Brando era más metódico y tardaba en tomar sus personajes. Para colmo de males, ¡el director Joseph Mankiewicz quería tenerlos juntos en la mayor cantidad de escenas posibles!
Los conflictos alcanzaron su punto culminante cuando el estilo de Brando obligó a repetir nueve veces una escena en la que el personaje de Sinatra comía un pastel de queso. Al final, este último terminó tan molesto y saturado que terminó lanzando el plato a un costado. Aunque no hay nada confirmado, se dice que Marlon lo hizo de manera deliberada para atormentar a su compañero.
Mutiny on the Bounty (Dir. Lewis Milestone, 1962)
La filmación de Mutiny on the Bounty fue suficientemente complicada por sí sola: cambios en el guion y la dirección, retrasos en la construcción del navío titular y altos costos de producción por la elección de filmar en Tahití y que aumentaron todavía más por las adversidades climatológicas del área. Y finalmente el factor Marlon Brando.
The New York Times recordó una entrevista donde el director Lewis Milestone aseguraba que “si a Brando no le gustaba algo sólo se ponía frente a la cámara y no actuaba. Sólo pensaba en sí mismo”. Trevor Howard también enfrentó graves dilemas, pues era incapaz de seguir el diálogo ante las continuas improvisaciones de su compañero. Pero no todo fue negativo: el realizador reconoció que su estelar “tenía razón sobre muchas de las cosas que quería”. No conforme, la arrepentida estrella escribió una carta a Howard para disculparse por su actitud durante el rodaje. La aceptó agradecido e incluso volvieron a encontrarse un tiempo después en Mortituri (1965).
Al final, Mutiny on the Bounty costó casi $10 mdd más del presupuesto inicial. Siendo justos, Brando no influyó en este incremento, pero sí que fue determinante para que la película cosechara siete nominaciones al Óscar, incluyendo Mejor película. Aunque es recordada por su tortuosa filmación, la cinta también fue famosa por iniciar el romance del actor con Tahití, lo que incluso le motivó a comprar la isla de Tetiaroa.
El padrino (Dir. Francis Ford Coppola, 1972)
Muchos sueñan con el Óscar, pero Marlon Brando prefirió aprovechar su condición de favorito por El padrino para impulsar una causa que había apoyado por años. Todo comenzó en la víspera de la 45º entrega, cuando el histrión anunció que boicotearía la ceremonia y enviaría a Sacheen Littlefeather, actriz y activista a favor de los nativos americanos en su representación. Cumplió su palabra, pues cuando fue anunciado ganador por su interpretación de Vito Corleone, fue la fémina quien subió al escenario, rechazó la estatuilla y leyó parte de un discurso donde se explicaba que el actor rechazaba el premio como muestra de su descontento por la manera en que la industria cinematográfica degradaba a los indios americanos al mostrarlos como “salvajes, hostiles y malvados”.
Fue el segundo actor en rechazar el Óscar a Mejor actor luego de George C. Scott en 1972, una decisión que le trajo muchas críticas, pero que ayudó a dar voz a una cultura que había pasado desapercibida por generaciones.
El último tango en París (Dir. Bernardo Bertolucci, 1972)
La violación con la mantequilla es una de las escenas más recordadas en El último tango en París, pero también una de las más controvertidas en toda la historia del cine.
Maria Schneider confesó a Daily Mail en 2007 que “esa escena no estaba en el guion. Me dijeron de ella justo antes de filmarla y yo estaba enojadísima. Debí haber llamado a mi agente o a mi abogado, porque nadie puede obligarte a hacer algo que no está en el guion. Pero en ese entonces yo no sabía eso. Marlon me dijo: ‘No te preocupes, Maria. Sólo es una película’. Pero durante la escena, y aunque yo sabía que lo que estaba pasando no era real, lloré lágrimas reales. Me sentí humillada y, para serte honesta, me sentí un poco violada por Brando y por Bertolucci. Después de filmarla, Marlon no me consoló ni se disculpó. Gracias a Dios, sólo hubo una toma”.
Años mas tarde, el director Bernardo Bertolucci explicó en un evento de La Cinemathèque Francais que Brando fue fundamental para la concepción de la secuencia, ya que “fue una idea que tuve con Marlon la mañana en la que la íbamos a rodar. Después de la película [Maria y yo] no nos volvimos a ver. Creo que me odió a mí y a Marlon porque no le contamos el detalle de la mantequilla usada como lubricante”. La controversia resurgió en 2016, lo que el realizador consideró un “malentendido ridículo” ya que “María sabía todo porque venía en el guion, donde estaba todo descrito. La única novedad fue la mantequilla”.
El padrino: Parte II (Dir. Francis Ford Coppola, 1974)
La producción de El padrino se apoyó en un estupendo trabajo de caracterización para convertir a Marlon Brando en el veterano Vito Corleone. Unos años después, Francis Ford Coppola consideró traer de vuelta al actor para explorar la juventud del personaje en El padrino II, pero al final se decantó por el talento de Robert De Niro. Sin embargo, el director sí que deseaba rendir homenaje a su histrión con un cameo final que mostraría a la familia Corleone en una época mucho más sencilla. Todo estaba listo, pero Brando nunca se presentó, en protesta tras una serie de conflictos que tuvo con el estudio durante la filmación de la cinta original. Coppola tuvo que reescribir la escena y las audiencias se quedaron con las ganas de ver uno de los reencuentros más memorables en toda la historia del celuloide.
The Missouri Breaks (Dir. Arthur Penn, 1976)
Marlon Brando acumuló toda clase de extrañas anécdotas relacionadas con comida, que van de su sobresaturación de pizza durante el rodaje de La isla del Dr. Moreau hasta un road trip con Michael Jackson y Elizabeth Taylor por incontables sucursales de Kentucky Fried Chicken y Burger King. Ninguna tan extraña como la reportada por el escritor Robert Silva, quien asegurara que el actor aprovechó un descanso de The Missouri Breaks para comer una rana viva. Sus reportes señalan que ésta no fue la única excentricidad del actor, quien aparentemente también desarrolló una afición por cazar saltamontes durante sus descansos.
Superman (Dir. Richard Donner, 1978)
Se dice que la producción de Superman dio mayor importancia a la búsqueda de sus actores secundarios que a la del propio Hombre de Acero, siendo Marlon Brando una prueba de ello. Richard Donner quería contar con los servicios del actor para el papel de Jor-El y recordó a THR que esto le llevó a buscar consejo del agente Jay Kanter y el director Francis Ford Coppola. El primero le dijo que “odia trabajar y ama el dinero”; el segundo que “tiene una mente brillante. Pero ama hablar. Mantenlo hablando y hablará hasta quedar fuera de cualquier problema”.
Cuando el cineasta finalmente se reunió con el actor, este sugirió “¿por qué no interpreto el papel como un bagel? ¿Cómo sabemos la apariencia de la gente de Kriptón? Quizá se vieran como bagels”. El director le respondió que “no hay un niño en el mundo que no sepa cómo luce Superman y luce como Marlon Brando”. El actor se limitó a sonreír, bromear sobre lo mucho que hablaba y eso fue todo, ya que siempre tuvo una buena actitud en el set. Eso sí, nunca se aprendió sus diálogos, pero la producción lo resolvió escribiéndolos en tarjetas que iban pegadas en el pecho de sus compañeros de reparto.
Apocalipsis ahora (Dir. Francis Ford Coppola, 1979)
Nadie mejor que Francis Ford Coppola para explicar el caótico rodaje de la que terminaría convirtiéndose en una de sus mayores obras maestras: “Apocalipsis ahora no es una película sobre Vietnam. Apocalipsis ahora es Vietnam”. Fueron muchos los factores que jugaron contra el filme, siendo Marlon Brando uno de los más importantes, empezando por su negativa inicial para interpretar al Coronel Kurtz hasta que el director aceptó pagar su cuota de $3.5 mdd. ¡Más del 10% del presupuesto total! El creativo aprovechó el trato para exigirle un par de condiciones: leer el guion de la película, así como la novela de El corazón de las tinieblas en que se inspiró, además de bajar 40 kg. de peso en preparación para el personaje. No cumplió ninguna, lo que obligó a la producción a buscar soluciones urgentes.
El primer problema se resolvió gracias a los continuos retrasos de la filmación, que Brando aprovechó para adentrarse en su personaje, comprender sus motivaciones, para finalmente improvisar toda clase de perturbadores diálogos. El segundo requirió rodar en una oscuridad casi absoluta para ocultar el cuerpo del actor. El resultado fue memorable, pero no evita que Coppola recuerde al mítico histrión como “un niño, muy irresponsable”.
La isla del Dr. Moreau (Dir. John Frankenheimer, 1996)
La filmación de La isla del Dr. Moreau se ubica entre las más tortuosas de los últimos tiempos, siendo Marlon Brando uno de los mayores responsables. Así lo consideró el guionista Ron Hutchinson, quien relató a The Guardian cómo fue que su emoción ante la posibilidad de trabajar con uno de los mejores actores de todos los tiempos se desvaneció por completo al ver su nula preparación y su mala actitud con el resto del equipo: “quería improvisarlo todo […]. Los ejecutivos le rogaban que saliera de su maldito trailer […]. Brando sólo respondía cuando llegaba el repartidor de pizza”.
En su libro Clinging to the Iceberg: Writing for a Living on the Stage and in Hollywood, el escritor atribuye este comportamiento a que “en esta etapa de su vida, Brando […] estaba aburrido con la realización de películas. Con sobrepeso, sin preparación, burlón, desdeñoso, en el borde donde el capricho se vuelve malicia […]. Estaba aquí para sabotear la película”. Hutchinson no ha querido recordar este mal rato y nunca ha visto La isla del Dr. Moreau.
The Score (Dir. Frank Oz, 2001)
Frank Oz dijo a Time que “siempre imaginé que mi primera película dramática sería de bajo presupuesto […] y con actores desconocidos”. La realidad fue muy diferente, al contar con $70 mdd y la presencia estelar de Robert De Niro, Edward Norton y Marlon Brando. Este último le generó varios dolores de cabeza, al mofarse de su pasado titiritero y referirse a él como Fozzie o Miss Piggy, para luego decirle “apuesto a que te gustaría que fuera una marioneta para que pudieras meterme la mano en el trasero y obligarme a hacer lo que quisieras”.
El cineasta quiso darse a respetar, pero esto sólo complicó más las cosas, ya que el actor se negó a trabajar si él estaba presente en el set. Al final, Oz tuvo que darle instrucciones a distancia a través de unos audífonos que portaba Robert De Niro, para que este las transmitiera a su controvertido compañero de elenco.
Mención especial: su trato con la prensa
Todo aquel que haya visto las películas de Marlon Brando ha conocido su genio histriónico, pero su excentricidad sólo pudo conocerse por las confesiones de quienes lo siguieron de cerca. Muchos dicen que el actor despreciaba a los actores que presumían su estilo de vida glomoroso en la prensa y que él prefería confundir a los medios con mentiras y reportes falsos. Más curioso es el caso de Patricia Bosworth, quien escribiera uno de los más importantes libros sobre el actor. Fue difícil, pues a pesar de sus deseos y esfuerzos, siempre batalló para hablar con él.
Ella confesó a The New York Times que estuvo cerca de hacerlo en el set de The Score (2001), hasta que alguien de la producción le advirtió que “si lo haces lo pagarás”. Unos años después intentó establecer contacto con él, pero “mis cartas son devueltas sin abrir. En un punto, estando en Los Ángeles, tomo un taxi a Mulholland Drive e intento dejar una nota en su casa. Pero no hay buzón y el sitio parece una fortaleza”. Al final, un amigo del actor le recomendó enviar un fax dirigido a uno de sus dos perros, llamado Doctor Tim. “Envío el fax. Media hora después recibo uno con un mensaje que dice ‘Marlon Brando no está disponible’. Está firmado por Doctor Tim”.