Luc Besson: Ranking de todas sus películas

Especialista en la acción y apasionado de los futuros extravagantes, Luc Besson es uno de los directores franceses más populares de su generación.
Luc Besson siempre soñó con ser biólogo marino, pero un accidente a los 17 años le privó de cumplir este anhelo. Lejos de decepcionarse, el joven francés comenzó la búsqueda de nuevas alternativas para su vida y no tardó en descubrir su afinidad y facilidad en la narración de historias. Su primer cortometraje llegó cuatro años después y no pasó mucho para que en 1981 estuviera al frente de su primera película.
Desde entonces, el cineasta se ha caracterizado por una carrera muy polifacética que va de la animación al drama, destacando siempre su inclinación por la acción femenina y la ciencia ficción. Mención aparte para el detalle que pone en la integración de sus elencos, considerado uno de los puntos más fuertes en su obra.
¿Cuál es su mejor película? Repasamos la obra completa de Luc Besson.

Serie Arthur (Dir. Luc Besson)
A pesar del éxito y el potencial expansivo de sus obras, Luc Besson nunca ha mostrado gran interés en las secuelas, siendo la serie Arthur la única excepción a la regla. La cinta, que marcó la incursión del director en cine animado, se inspira en los libros infantiles escritos por él mismo para relatar la incursión de un niño en un reino diminuto en su propio jardín. A pesar de su buena recepción impresa, las adaptaciones batallaron por conquistar al público internacional, tanto por la sobresaturación de filmes animados al momento de su estreno, el rechazo a los híbridos live-action, lo predecible del guion, así como su historia y diseño demasiado oscuros para algunos. Esto no evitó que el cineasta siguiera adelante con sus esfuerzos, pero por más que intentó completar la saga, fue incapaz de cerrarla con la cuarta parte.

Una familia peligrosa (Dir. Luc Besson, 2013)
La exploración del mundo criminal es un elemento recurrente en la obra de Luc Besson, por lo que nadie se sorprendió cuando el cineasta quiso hacerlo desde una perspectiva cómica en Una familia peligrosa, sobre un clan de la mafia reubicado en la tranquila Normandía como parte del programa de protección de testigos. Aunque la presencia estelar de Robert De Niro –un viejo conocido del subgénero–, Michelle Pfeiffer y Tommy Lee Jones auguraba un proyecto suficientemente sólido para ubicarse entre lo mejor del cineasta, este batalló en el que suele ser considerado uno de sus puntos más fuertes: la adecuada construcción de sus personajes. El resultado no fue una comedia negra, sino una caricatura excesivamente simplista que apenas salía a flote gracias al talento de su elenco.

Juana de arco (Dir. Luc Besson, 1999)
Luc Besson nunca tuvo la intención de cimentar su carrera sobre la femme fatale, sino en las distintas caras de la fuerza femenina. Tal es el caso de Juana de Arco, que adapta la bien conocida historia de la mártir francesa presuntamente contactada por Dios para comandar a los ejércitos de su país contra las fuerzas inglesas y que eventualmente fue condenada por herejía. Su naturaleza épica y la presencia de un experimentado elenco integrado por John Malkovich, Faye Dunaway y Dustin Hoffman parecía destinada a dar la consolidación internacional al cineasta tras los buenos resultados de El perfecto asesino (1994) y El quinto elemento (1997). Sus esfuerzos fracasaron ante una narrativa que no se centró en el heroísmo del personaje titular, sino en el cuestionamiento de su estabilidad mental. Más polémica fue la inclusión de Milla Jovovich en el rol estelar, al considerar que la elección de una supermodelo atentó contra una figura histórica/religiosa, así como por sus tibias capacidades histriónicas ante un reparto que terminó rebasándola.

Anna (Dir. Luc Besson, 2019
Anna marcó el regreso de Luc Besson al concepto tradicional de la femme fatale con una habilidosa asesina que opera como doble agente para la KGB y la CIA, no con fines políticos o ideológicos, sólo para liberarse de su violenta realidad. Aunque es evidente que sólo busca el entretenimiento de sus audiencias, la cinta batalla en hacerlo por sus similitudes con Nikita (1990), no sólo en el plano narrativo, sino incluso en el estético, al grado que lejos de una heredera directa hay momentos en que parece un auténtico plagio. Las sensaciones que deja Besson no son las mejores, pues lejos de evolucionar como hiciera con Lucy (2014), se siente como el estancamiento de un director que se ha quedado sin ideas para seguir capturando la fortaleza femenina como hiciera en sus mejores años.

Amor, honor y libertad (Dir. Luc Besson, 2011)
Tuvieron que pasar casi 30 años para que Luc Besson tuviera su primera incursión absoluta en el drama con Amor, honor y libertad, biopic inspirado en la vida y obra de Aung San Suu Kyi, quien fuera clave en los movimientos democráticos de Burma hacia finales de los 80. Aunque la cinta sobresalió por el buen trabajo de Michelle Yeoh en el rol estelar, la labor del director fue duramente juzgada por la crítica de todo el mundo: la oriental apreció su interés en explorar el legado del personaje; la occidental fue más dura al considerar que el francés nunca estuvo plenamente familiarizado con la trascendencia histórica de la fémina, por lo que fue incapaz de plasmarla adecuadamente. Quizá sus intenciones eran buenas, pero esto no evita que Amor, honor y libertad luzca como un esfuerzo fallido de Besson por capturar un suceso que no conoce del todo.

Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas (Dir. Luc Besson, 2017)
La adaptación del cómic francés Valérian et Laureline de Pierre Christin siempre figuró entre los proyectos de ensueño de Luc Besson, al grado que El quinto elemento (1997) sólo nació cuando el cineasta fue incapaz de hacerse con los derechos del impreso. A pesar de esto, el regreso del francés a la ópera espacial no estuvo a la altura de las expectativas: el primer acto es sorpresivo, pero la trama va cayendo en incontables clichés con el paso de los minutos; la química entre Dane DeHaan y Cara Delevingne no es la mejor, algo incomprensible en un creativo que suele caracterizarse por la conjunción de sus ensambles; la cinta se apoya en un mínimo de efectos prácticos para inclinarse por el CGI, lo que generó el desencanto de quienes esperaban una naturaleza más artesanal. Finalmente, la decisión de alterar el título de la fuente para dedicarlo únicamente a su protagonista masculino, lo que resultó imperdonable para un cineasta que ha dedicado buena parte de su obra a la reivindicación de la figura femenina.

Angel-A (Dir. Luc Besson, 2005)
Tras aprovechar la década de los 90 para posicionarse entre los directores franceses más populares de su generación, Luc Besson decidió regresar a un cine más modesto e intimista con Angel-A. La cinta se inspira en clásicos como ¡Qué bello es vivir! (1946) y Las alas del deseo (1987) para abordar la historia de un artista fracasado, arruinado y endeudado con un líder criminal cuya vida cambia tras el encuentro con una misteriosa mujer que da nombre al filme. Su historia nunca ha sido muy apreciada por el público y la crítica, tanto por la pobre construcción de los personajes, lo forzado de sus diálogos y el tibio trabajo de sus actores. A pesar de ello, ha recibido numerosas alabanzas por su estética, destacando su retorno al blanco y negro tras Le dernier combat (1983).

Le dernier combat (Dir. Luc Besson, 1983)
Luc Besson demostró sus deseos por ser un cineasta diferente desde su ópera prima Le dernier combat, un filme posapocalíptico en blanco y negro, así como virtualmente mudo al mostrarnos un mundo donde la humanidad ha perdido su capacidad para comunicarse y está en una continua lucha por la supervivencia, lo que resultó en una dura crítica contra el capitalismo y el daño climático. La cinta también sobresalió por ser su primera colaboración con Jean Reno y con el compositor Éric Serra, dos de los mayores referentes de su obra. Aunque está lejos de sus mejores trabajos, tiene algunos errores propios de la inexperiencia y varias limitantes a causa de su limitado presupuesto, el filme fue bien recibido en diversos festivales europeos, destacando su victoria en Sitges en las categorías de Mejor película y director, además de su nominación al César como Mejor ópera prima. Sobra decir que no tardó en hacerse con el estatus de culto, tanto por los riesgos propios del filme, como por ser el primer trabajo de quien eventualmente se convertiría en uno de los realizadores más destacados del cine francés contemporáneo.

Lucy (Dir. Luc Besson, 2014)
Tuvieron que pasar casi 25 años para que Luc Besson retomara el concepto de la femme fatale con Lucy, que se apoyó en las bases de Nikita para introducirnos con una mujer que obtiene fascinantes poderes mentales cuando las drogas que transporta en su cuerpo son absorbidas en su torrente sanguíneo. Aunque la premisa del filme fue considerada absurda y la construcción del personaje principal fue cuestionada al considerarse que un mayor desarrollo cerebral no debía generar un accionar robótico, estos debates pasaron a segundo término ante un filme diseñado casi exclusivamente para el entretenimiento. Esto no significa que Lucy careciera de impacto social, pues fue aplaudida por continuar la tendencia de cada vez más mujeres como protagonistas en películas de acción, destacando además que fue el primer rol estelar en el género para Scarlett Johansson. Aunque lejos de los mayores logros de Besson, la cinta fue un éxito en taquilla y obtuvo críticas primordialmente positivas.

Las momias del faraón (Dir. Luc Besson, 2010)
Mientras Hollywood debatía con la posibilidad de un Indiana Jones feminino, Luc Besson recurrió a los comics de Jacques Tardi para mostrar su concepción de una heroína tan culta como aventurera, además de muy interesada en los grandes misterios de la antigüedad. El filme es considerado el reencuentro del cineasta con su frescura perdida, localizada en una historieta francesa poco conocida a nivel internacional, en un elenco completamente galo encabezado por Louise Bourgoin y Mathieu Amalric y en una estética visual que fusionó efectos prácticos y digitales para emular el viejo cine de aventuras. A pesar de estas cualidades, se le considera un tesoro oculto en la obra del realizador, ya que sus buenas críticas no garantizaron una buena taquilla en los mercados internacionales.

Prohibido pasar (Dir. Luc Besson, 1985)
Le dernier combat (1983) demostró el interés de Luc Besson en los aspectos visuales de la cinematografía, una tendencia que se evidenció todavía más en su segunda película. Prohibido pasar sigue a un hombre que se oculta en el metro parisino tras robar documentos comprometedores de un truculento empresario francés y quien eventualmente iniciará una curiosa amistad con los habitantes del lugar, así como un romance con la esposa del propio criminal. Más allá de la trama, la cinta es recordada por su peculiar estética que dejó atrás los túneles oscuros y tenebrosos para convertirlos en un entorno iluminado y colorido, lo que resultó determinante para una de las historias más divertidas del cineasta y queridas entre sus audiencias. No conforme con ello, estos elementos visuales fueron determinantes para la posterior concepción de El quinto elemento (1997).

Azul profundo (Dir. Luc Besson, 1988)
Nikita (1990) consolidó a Luc Besson ante las audiencias internaciones, pero fue Azul profundo la que lo dio a conocer al mundo con las vivencias de los buzos libres Jacques Mayol y Enzo Maiorca. Los sucesos relatados fueron tan distintos a los ocurridos en la vida real que nadie lo vio como un defecto, sino como un recurso necesario para abordar una historia de amistad y de una vieja pasión por el mar. Además de su emotiva trama, la cinta fue halagada por la elegancia de su estética que ubicó al realizador entre los mayores referentes del cinéma du look, un movimiento francés caracterizado por conceder una importancia similar o mayor a los aspectos visuales que a los narrativos. Tuvo una estupenda recepción en Europa, pero no así en Estados Unidos, donde incluso fue editada para ser más accesible para las audiencias norteamericanas.

Nikita (Dir. Luc Besson, 1990)
Aunque Luc Besson debutó en la dirección en 1983, su consolidación llegó siete años después con Nikita. La cinta, sobre una joven criminal que en lugar de ser enviada a la cárcel es reclutada como experta asesina, aprovechó la construcción clásica de la femme fatale para introducir uno de los elementos más recurrentes de su obra: una mujer cuya fuerza física, mental y emocional no está peleada con su femineidad. A pesar de las tibias críticas francesas, la cinta tuvo una buena acogida internacional que le llevó a ser nominada al Globo de Oro como Mejor película extranjera y que garantizó el reconocimiento del cineasta a nivel mundial. En su momento se especuló sobre una secuela que nunca llegó, pero su impacto sí que resultó en dos remakes: la hongkonesa Black Cat (1991) y la norteamericana Point of No Return (1993) con Bridget Fonda. A esto sumemos sus adaptaciones televisivas que incluyen La Femme Nikita (1997) y la más reciente Nikita (2010).

El quinto elemento (Dir. Luc Besson, 1997)
La mejor exponente de la ópera espacial contemporánea, que se desprendió del estilo caballeresco de Star Wars para lo hecho por Frederick Stephani y Mike Hodges en sus respectivas adaptaciones de Flash Gordon. La cinta nos traslada a un alocado y colorido siglo XXIII, donde un agente de fuerzas especiales retirado y convertido en taxista debe ayudar a una curiosa joven que oculta el secreto de la salvación terrestre frente a los ataques de una temible entidad. Batalló por convencer al público y la crítica, pero el tiempo le dio el estatus de culto por su ecléctica visión del futuro con la que el cineasta francés intentó distanciarse del catastrofismo hollywoodense, lo que incluyó un fascinante uso de efectos prácticos, así como las estupendas actuaciones de Bruce Willis, Gary Oldman y muy especialmente Milla Jovovich, en el papel de una chica cuya inocencia no está peleada con su destreza en el combate ni mucho menos con su valentía, lo que le valió su consolidación cinematográfica tras El regreso a la laguna azul (1991) y Chaplin (1992), y eventualmente le convirtió en todo un emblema femenino del cine de acción contemporáneo.

El perfecto asesino (Dir. Luc Besson, 1994)
Luc Besson siempre ha mostrado gran interés en explorar la corrupción de la inocencia humana por la violencia del mundo en que vivimos, siendo El perfecto asesino la película en que lo hace con mayor destreza. La cinta sigue la relación entre una niña de 12 años cuya familia fue brutalmente asesinada y un experto asesino que la acoge para salvarla y que termina adoptándola como su protegida. A pesar de la hostilidad de sus bases, la trama también tiene un lado conmovedor por la curiosa interacción entre ambos personajes, donde el adulto educa a la niña en las artes de la muerte, mientras ella hace lo propio en las disciplinas de la vida ordinaria, lo que resulta en una tierna amistad que desemboca en una muy singular familia. Además de la estupenda dirección de Besson, su éxito debe atribuirse a la dupla estelar integrada por Jean Reno y la entonces debutante Natalie Portman, que complementados por un brillante Gary Oldman, dieron una de las películas más populares de los 90.
