El Caballero de la Noche – Crítica de la película
Una aproximación directa hacia la obscuridad y corrupción del ser humano desde dos polos opuestos: Batman y El Joker.
La primera toma de El Caballero de la Noche es, paradójicamente, de día. Vemos un glorioso edificio, al momento que una de sus ventanas explota y un grupo de delincuentes con máscaras de payasos cruzan de dicha construcción a otra. Luego, un hombre de espaldas a nosotros, con máscara blanca en mano, espera a que lleguen los otros miembros de la banda.
Es así que Christopher Nolan nos introduce al mundo de Ciudad Gótica, un universo diferente al que vimos en Batman inicia, pues ahora parece más una ciudad como cualquier otra, sin construcciones retorcidas u obscuras. Ahora esas características le corresponden a sus habitantes y a su gran orquestador: El Joker.
Tenemos también a Harvey Dent (Aaron Eckhart), un fiscal de distrito dispuesto a ser el héroe que Gótica necesita: incorruptible. Él ofrece un rostro de esperanza a la gente, el caballero blanco con un rostro, mientras que Batman usa la obscuridad y el anonimato. Por otro lado está Rachel Dawes (Maggie Gyllenhaal), quien conoce el secreto de Wayne y tiene una relación con Dent. Una más serie y esperanzadora de la que podría tener con el vigilante nocturno.
La atmósfera que Nolan logra, junto con la música de Hans Zimmer y la fotografía que otorgan las cámaras IMAX, hacen que El Caballero de la Noche no sólo se perciba como una cinta diferente a las que hemos visto de superhéroes, sino que estamos ante un thriller de acción policíaco donde el director rompe el paradigma del héroe vs villano. Aquí lo convierte en un ensayo sobre los niveles de corrupción que existen en el ser humano y la dualidad que en éste radica.
Para ello se vale del Joker (personaje interpretado de una manera soberbia por Heath Ledger) quien no puede ser mejor descrito a como lo hiciera Alfred: “Hay hombres que simplemente quieren ver arder al mundo”. Sus planes, aunque en principio son pequeños ataques a grupos de poder en Gótica, lentamente se vuelven una maquinaria perfecta para destruir los ideales de la gente desde su núcleo.
A pesa de ser un hombre solitario con un pasado obscuro, Bruce Wayne ve en Rachel Dawson un amor imposible, su punto débil en su batalla contra el crimen, mismo que es utilizado por Joker para corromperlo y que entre en su juego, llevando su ética al extremo.
Christopher Nolan no sólo se encargó de entregar una maquinaria perfecta en cuanto a publicidad viral se refiere, sino que también lo logró dentro de la película; desde Bruce mencionando “I believe in Harvey Dent”, hasta el Joker lanzando videos donde amenazaba la seguridad de los ciudadanos con tal de descubrir la identidad de Batman.
Pero no sólo es por su cuidado guión con giros en la trama y una sincronización única en sus diálogos, sino que estamos también ante secuencias de acción perfectamente orquestadas. En un tiempo donde vemos un abuso del CGI en película tras película, Christopher Nolan hace todo lo contrario. Es así que vemos patrullas estrellarse, camiones siendo arrojados al lago Michigan y un enorme tráiler volteándose espectacularmente.
Al final, el destino de Batman es uno desesperanzador para el vigilante de Gótica, un sacrificio hacia la única verdad que sabrán él y el comisionado Gordon, con tal de ocultar la última gran broma del Joker.
El mito de la psicología del hombre murciélago es lo que Ciudad Gótica necesita, regresándoles la ilusión de un futuro más claro, más brillante, dejando atrás la obscuridad de las sombras, dejando atrás, en el pasado, al Caballero de la Noche.