«Los cineastas fueron los que perdieron al público mexicano»: Alonso Ruizpalacios

Tres cineastas latinoamericanos se reunieron para conversar sobre las posibilidades de hacer cine en Latinoamérica y la relación de las audiencias con sus historias.
Tres miradas distintas que se conjuntan en un mismo lenguaje. La peruana Claudia Llosa (Distancia de rescate), el brasileño Alexandre Moratto (7 prisioneros) y el mexicano Alonso Ruizpalacios (Una película de policías) hablan del cine latinoamericano que hoy está disponible en nuestras pantallas.
El cine: espejo de realidades, válvula de escape, crisol de sueños, salvador de vidas; especialmente en una región tan viva –y alucinante– como Latinoamérica. Aquí, las cámaras hacen más que capturar imágenes a 24 cuadros por segundo. Al hablar nuestro idioma, su propósito lleva consigo un espíritu de lucha intangible, que brilla en las miradas de sus protagonistas, en los paisajes que lo visten, en las historias que lo alimentan.
En esta superficie de más de 19 millones de kilómetros cuadrados, habitada por 650 millones de almas, el cine latinoamericano ha encontrado un espíritu de rebeldía y euforia, capaz de filmar contra toda adversidad. «Estamos ligados por el sentimiento de ser latinoamericanos”, afirma Claudia Llosa, cineasta peruana responsable de Distancia de rescate, filme protagonizado por María Valverde y Dolores Fonzi.
En una charla organizada por Netflix para celebrar al cine latinoamericano, la ganadora del Oso de Oro de la Berlinale y nominada al Óscar en 2009 por La teta asustada, habló de esa “experiencia latinoamericana” que nos une: “Una especie de pensamiento mágico del que yo, y todos nosotros, estamos rodeados en nuestra vida diaria. Y eso tiene un impacto en nuestros rituales, nuestra canciones, en la forma en que entendemos la amistad, las relaciones, etc. Es algo como el aire; una experiencia que puedes casi palpar”.
Para el brasileño Alexandre Moratto (7 prisioneros), las distintas miradas cinematográficas que se han gestado en la región, han marcado su filmografía y su forma de acercarse al cine. “Una de mis mayores influencias es Héctor Babenco (El beso de la mujer araña, 1985), que ni siquiera es brasileño –es argentino de nacimiento y luego emigró a mi país–. En su cine, él dirigía la cámara a lugares muy interesantes. Hay un hermoso documental sobre él que dirigió Bárbara Paz –Babenco (Alguém tem que ouvir o coração e dizer: Parou, 2019) y, ahí, él decía: ‘quiero seguir haciendo películas en Brasil, porque sólo tienes que encender la cámara. No tienes que inventar nada; sólo enciendes la cámara y, de inmediato, captas verdades dramáticas y desigualdades sociales…’ . Así que, sí, pienso que el aspecto social de Latinoamérica en el cine está ahí en la cultura, y pienso en lo que dice Babenco: tan sólo con encender la cámara, estás de inmediato captando algo que, de verdad, no ves en ninguna otra parte del mundo”.

Tiempos de ruptura
El cine latinoamericano ha brillado en las pantallas del mundo, recuperando el terreno perdido, pero manteniendo el prestigio que se ha heredado por generaciones. Sin embargo, hay todavía una brecha grande entre estas historias y su público que no se ha podido sanar. Hablando propiamente de nuestro país, Alonso Ruizpalacios afirma que, al menos en esta tierra, “los cineastas fueron los que perdieron al público mexicano”. Para el director galardonado en la Berlinale –en 2014 y 2018 por Güeros y Museo–, a la par de los cambios en las políticas públicas para hacer cine en México, también se modificó la calidad y el modo en que las películas se dirigían al público mexicano.
«Algo se rompió en entre los años 70 y 80. Aunque algunas de mis películas mexicanas favoritas son de ese momento –como Los caifanes, de Juan Ibáñez (1967), o Canoa, de Felipe Cazals (1976)–, el pacto entre los cineastas y el público se había roto. En mi opinión, dejaron de hacer películas para los mexicanos”.
El responsable de la docuficción Una película de policías, protagonizada por los ganadores del Ariel Mónica del Carmen y Raúl Briones, agrega: “Y creo que después empeoró todavía más, con la presencia en festivales como Cannes y Berlín. La gente pasó a estar cada vez menos interesada en hacer películas que se dirigieran al público mexicano. Y ahora, pues creo que con las comedias que se empezaron a hacer –y que fueron éxitos en taquilla–, se recuperó en cierta medida al público. Sin embargo, ahora creo que estamos polarizados entre las comedias populares y las películas de nicho, que solo atraen a los ‘nerds’ cinéfilos –que creo que es el tipo de películas que yo hago, por desgracia–. Creo que es difícil cubrir esa brecha. En mi opinión, realmente ya no hay una relación de confianza entre los cineastas y el público mexicano; aunque creo que, en los últimos años, surgió una nueva generación de realizadores que intentó acotar esa brecha y que habla de cuestiones importantes para el público mexicano, de una forma no condescendiente. Hay cineastas mexicanos muy interesantes en este momento, pero, por algún motivo, siguen sin captar la atención que deberían”.

El cine latinoamericano, más cerca de su gente
Cuando el COVID-19 confinó a todo el mundo, el cine estuvo listo para acompañarnos en los momentos más complejos de esta pandemia que aún no termina. A finales de marzo de 2020, la cinta española El hoyo (Galder Gaztelu-Urrutia, 2019) llegó a Netflix causando un revuelo internacional. La gran ganadora del Festival de Sitges –incluido el premio a Mejor película– arribó al catálogo del gigante del streaming para convertirse rápidamente en lo más visto por sus usuarios. Lo mismo ocurrió con el filme mexicano Ya no estoy aquí, de Fernando Frías de la Parra –ganador de diez premios Ariel, incluido Mejor película y dirección–, la cual se posicionó varias semanas en el top diez global de la compañía, desde su estreno en streaming, ocurrido a finales de mayo de 2020.
“A mí me encanta ver cine en la gran pantalla”, confiesa Alonso Ruizpalacios, “es un ritual que pienso que jamás va a desaparecer; sin embargo, en los tiempos que vivimos, el streaming puede ser una bendición. El que mucha gente vea tu película al mismo tiempo y pueda hablar de ello también es bastante emocionante. Pienso que la clave es que no debemos ver a una cosa como el reemplazo de otra. Creo que comentemos un error al pensar que el streaming va a matar al cine y no creo que sea el caso”.

Claudia Llosa coincide: “Hay algo único en compartir la experiencia de ver una película en la gran pantalla. Sientes en directo la respiración y el pulso de alguien que no conoces. Por supuesto que va a seguir pasando. Pero también quiero sentir que estamos abriendo oportunidades. Nosotros sólo queremos decir dónde o qué ver en la gran pantalla, o al menos intentarlo en este mundo tan loco y vertiginoso. Los beneficios [del streaming] son tan grandes, mucha gente puede ver y tener acceso a ello. Recuerdo cuando era pequeña y quería encontrar una película… era imposible. Ahora todo está en nuestras manos. Así que, para mí, hay muchas ventajas y veo la oportunidad para el cine latinoamericano, no solo como directora, de reconsiderar muchos puntos de vista. Es una sensación especial. Hay muchos retos en el horizonte, seguro, pero tengo curiosidad y estoy emocionada por ver qué pasa”.
Alexandre Moratto, por su parte, afirma sólo ver cosas positivas. “Para mí, más diversidad significa crear más espacios. Es decir, no sé cómo sería mi carrera de no haber sido por el contenido bajo demanda. Yo crecí viendo películas en cine, claro, pero también en VHS y posteriormente en DVD. Así que, de alguna forma, crecí con esa experiencia de tener un video en casa y siempre me encantó. Podía ir para atrás, volver a verla, estudiar la película. Como alguien que trabajó mucho tiempo con gente de clase trabajadora y de comunidades con bajos ingresos en Brasil, para muchas de estas personas la única forma de ver películas es a través de Netflix y plataformas de streaming, así que creo que es una solución magnífica para mucha gente que normalmente no podría permitirse el acceso o el privilegio de pagar una entrada de cine y sentarse en una sala y ver ciertas películas”.
La terna de realizadores desea que el público vea más el cine latinoamericano que se gesta a su alrededor. “Y cuanto más podamos compartirnos, celebrarnos unos con otros, juntarnos como ahora, intercambiando experiencias, colaborando con otros equipos de otros sitios, literalmente creando un gran crisol, [podremos] compartir esto que es realmente único”.

