Todo, todo
Este filme está hecho a la medida de un público young adult que pasará por alto los clichés, diálogos empalagosos y el romance fugazmente establecido.
El día que se estrenó el primer trailer de Todo, todo (Everything, Everything) las redes sociales enloquecieron. La película se volvió trending topic y los comentarios de usuarios emocionados se avecinaron como cascadas. Parecía que comenzaba a cocinarse un nuevo fenómeno romántico-literario-adolescente al estilo de Bajo la misma estrella, pues esta nueva historia vendía la idea de un par de enamorados imposibilitados para estar juntos y “malditos” por sus circunstancias, una premisa muy bien recibida desde la literatura clásica y cuyo ejemplo cardinal son los Romeo y Julieta shakesperianos.
La novela publicada en 2015 y escrita por Nicola Yoon se centra en Maddy Whittier (Amandla Stenberg), una chica que lleva toda su vida encerrada en su hogar porque tiene inmunodeficiencia combinada grave, es decir, su sistema inmunológico es tan frágil que al salir a la calle puede contraer una enfermedad y posiblemente morir. Su monótona existencia cobra sentido cuando a la casa de al lado se muda Olly Bright (Nick Robinson), un chico apesadumbrado con quien comienza una relación vía mails, mensajes y la colindante ventana entre sus dos casas, al menos hasta que su madre se interpone.
Este filme está hecho a la medida de un público young adult que pasará por alto los clichés, diálogos empalagosos y el romance fugazmente establecido que se desenvuelve entre los protagonistas. Todo, todo parece ocurrir demasiado rápido en la pantalla, los cimientos de la película no están muy bien trabajados y cuesta trabajo “comprar” esta supuesta épica historia de amor. Si bien se agradece que para los roles protagónicos se haya buscado un cast menos hollywoodense y en su lugar se empleara a actores con apariencia de la “girl” o el “boy next door”, estas buenas intenciones son opacadas por la nula química existente entre Stenberg y Robinson, a quien seguramente recordarán por su presencia en Mundo Jurásico.
La azucarada cinta de romance boyante dirigida por Stella Meghie se siente mecanizada en su manufactura y a diferencia de lo que lograron Shailene Woodley y Ansel Elgort con Bajo la misma estrella, a sus protagonistas les falta carisma y a la historia corazón a causa de los constantes clichés de los que echa mano, como el hecho de que en un principio Maddy siempre vista de blanco y Olly de negro, hasta que cada uno de los personajes decide cambiar su circunstancia o alcanza redención emocional. No obstante, para separarse de otros títulos semejantes, cuenta con diseminados chispazos de fantasía que entran a colación como parte de la trabajada imaginería de una niña encerrada en una burbuja de cristal, una protagonista verdaderamente pura y sin vicios.
La tragedia de Maddy es el hilo conductor temático de un argumento que habla sobre la calidad de la existencia; cuestiona si vivir es sólo respirar o si es una actividad que debería estar esencialmente vinculada a la felicidad, la realización personal y la alegría derivada de los pequeños detalles, sentimentalismos que pueden complacer a un público joven, expectante, romántico pero que será un planteamiento muy superficial para quienes se escapen del target y aprecien el cinismo de la vida. Con un soundtrack disfrutable y una brevísima intervención de Ana de la Reguera, Todo, todo parece ser un caso más del fenómeno “mucho ruido y pocas nueces”. Encendió las redes, pero su propuesta se desinfla a los pocos minutos de metraje.