Scream 4
Superior a la entrega anterior pero se convierte en lo que critica.
Viéndolo en retrospectiva, quizás no haya sido buena idea revisitar la trilogía original de Scream antes de pasar revista a ésta, cuarta entrega de una franquicia que, ya en Scream 3, hace más de una década, daba muestras de haber agotado el concepto. De entrada, Scre4m tendría quizás media estrellita más. Y uno no se quedaría con la impresión de haber visto la misma película cuatro veces en tres días.
Ahora que, tal vez, el sentimiento de déja vù no resulte sino adecuado para una cinta cuya premisa consiste justamente en comentar el estado actual del cine de terror, atrapado hoy entre reboots y nuevas versiones de filmes que alguna vez se dijeran propositivos. En la historia, que tiene lugar una década después de la última película, Sid y sus amigos se enfrentan de nueva cuenta a un imitador de aquél primer Ghostface, obsesionado esta vez con recrear los eventos de la original –un remake, sí, pero en el que los protagonistas originales están ahí, como espectadores de sí mismos. De vuelta en Woodsboro para presentar su libro –Sidney ha decidido finalmente dejar de esconderse, y enfrentar los, eh, fantasmas del pasado–, ni bien se ha reunido con el ahora alguacil Dewey y Gale –su esposa por diez años–, cuando la nueva tanda de asesinatos amenaza ya no sólo las vidas del trío, sino al grupo de amigos de su sobrina Jill.
Y es así que, estelarizado por un reparto que incluye tanto a la sobrina como una suerte de heredera de Sid, un ex-novio en el que nadie parece confiar, Kirby su mejor amiga y los infaltables geeks clavadazos del cine de terror –que, en el papel de Jamie Kennedy en la original, no sólo organizan cada año un maratón de las ahora siete películas de Stab, sino que se encargan de ennumerar las reglas que rigen hoy a todo remake–, esta nueva versión de la historia pasa lista a los mismos guiños y referencias, giros de tuerca y destripamientos… aunque ahora se transmita vía You Tube.
Superior a la entrega anterior, resulta evidente la mano de Kevin Williamson –escritor de las dos primeras cintas– en el guión, así como el innegable oficio que Wes Craven aporta a la factura del filme. El tramo final, en particular, rompe con las reglas de la franquicia al revelar la identidad del asesino antes del clímax, lo que entonces da lugar a una de las pocas secuencias de genuino suspenso en la cinta. Es de rescatarse también el nivel de gore que alcanza el filme, mucho más explícito que cualquier cosa vista en las otras tres películas, y que pareciera querer poner a la película a la altura de cosas como Hostal o cualquiera de las secuelas de Saw –que al fin y al cabo es a lo que se dedicó el género en la década que ha pasado desde Scream 3.
Y sin embargo –y sobre todo tratándose de una saga que antaño se distinguió por su habilidad subvertir no sólo las convenciones, sino las expectativas del público aficionado a todas esas “películas de miedo”–, en su reflexión sobre esas reglas la cinta acaso reflexiona sólo sobre sí misma, convirtiéndose finalmente en aquello mismo que critica.
Ve el trailer de Scream 4.