Poder y traición
George Clooney entrega un cuento moral relevante, inteligente y muy entretenido.
Como si no lo supiéramos ya después de Buenas noches, buena suerte, Poder y traición prueba de una vez por todas que George Clooney es un cineasta inteligente y calculador. La cinta fue coescrita por Grant Heslov y Beau Willimon –este último autor de la obra teatral, Farrgut North, en la que está basado el filme– y se trata de un comentario incisivo hacia el sistema electoral norteamericano. Pero ese es apenas el anzuelo que nos lleva hasta el interior de esta exploración de lo que significa “la supervivencia del más fuerte” en el mundo de los grandes negocios. Y sí, la política definitivamente es un negocio. “¡Cuídate de los idus de marzo!”, le dijo el adivino a Julio César. Es una advertencia que debió escuchar. Y, como bien nos recuerda Clooney, todos deberíamos hacer lo mismo.
Aunque su tono evoca aquellos thrillers políticos de los 70 como Todos los hombres del presidente y El candidato, con un toque de las maniobras políticas desplegadas en más recientes como Escándalo en la Casa Blanca (Wag the Dog) y El escándalo (Primary Colors), Poder y traición en realidad no está centrada en la política, sino en el idealismo, la corrupción y la traición que existen en cualquier ambiente corporativo. Clooney interpreta al candidato presidencial con buenas intenciones Mike Morris, quien, a la mitad la campaña primaria, logra balancearse bien en la delgada línea entre el compromiso y las concesiones. Pero Clooney es tan sólo un personaje secundario. La verdadera historia sobre la erosión del idealismo le pertenece a su leal secretario de prensa, Stephen Meyers –interpretado por Ryan Gosling en un papel digno de premios– como un maestro del spin, luchando para un hombre en quien cree absolutamente. La pregunta está en si Morris de verdad se merece esa clase de lealtad. ¿Alguien es realmente quien pretende ser? Los otros luchadores que se enfrentan entre sí son Paul Zara, el jefe de Meyers (Philip Seymour Hoffman) y Tom Duffy (Paul Giamatti), el jefe de campaña del único rival creíble de Morris y quien intenta seducir a Meyers hacia su propia red de conspiración. Las interpretaciones de ambos, al igual que las de Evan Rachel Wood como una becaria, y Marisa Tomei como la entrometida periodista, son matizadas y entrañables, y Clooney logra entretejerlas en un tapiz de suspenso cuyo clímax resulta escalofriantemente real y cínico.
No dejes que la poco impresionante taquilla norteamericana te engañe, las cintas inteligentes casi siempre tardan en encontrar su público. Aquí lo que Clooney nos entrega es un cuento moral y relevante lleno de provocación que sin duda merece un viaje al cine.
–Vera Anderson / Corresponsal Hollywood