Qué pena tu vida
La nueva comedia protagonizada por Aislinn Derbez y José María de Tavira quiere salirse del cliché, pero termina siendo una cinta de fórmula.
Esta comedia romántica se basa en una película chilena de 2010 cuyo éxito ha sido tal en aquel país que ya lleva un par de continuaciones. No se trata de la clásica chick-flick en la que vemos las vicisitudes de una mujer a la que le han roto el corazón, sino que, más bien a la manera de las comedias rancheras, seguimos al sufrido hombre que busca recuperar a su amada.
Javier (José María de Tavira) es un tipo inseguro que no sabe qué hacer con su vida y de buenas a primeras corta a su novia Sofía (Ilse Salas), con la que parece pasarla bien. Luego de unos meses, después de haber recapacitado, la busca para volver con ella. Pero no estaba preparado para que Sofía lo rechazara y, mucho menos, para enterarse de que ella sale con alguien más: una estrella de rock interpretada por Leonardo de Lozanne, el cantante del grupo Fobia.
Entonces todo su mundo se derrumba y saca a relucir todo su patetismo, lo que lo lleva no sólo a perder su empleo (por una “venganza” que le sale contraproducente) y su casa, sino también a quedarse solo, salvo por la incondicional ayuda de su amiga Andrea (Aislinn Derbez).
Contada a partir de un extenso flashback que permite que los personajes-narradores hagan algunos comentarios al calce de lo que ocurre, una solución arriesgada que aporta frescura, Qué pena tu vida es una cinta entretenida. El director Luis Eduardo Reyes (Amor letra por letra), con bastante experiencia en telenovelas, apuesta por una comedia de situación aprovechando que a De Tavira parece dársele naturalmente. Y aunque intentó salirse del cliché (de entrada, Ilse y Aislinn intercambiaron personajes precisamente para no hacer más de lo mismo), al final acaba entregando una cinta de fórmula: Javier deberá tocar fondo antes de abrir los ojos y darse cuenta de su patetismo. Una lección de vida con mensaje admonitorio incluido.
En cuanto a los personajes femeninos del filme, no fue suficiente haber sacado a Ilse y Aislinn de sus papeles clásicos para salirse del cliché. De hecho, el de Andrea resulta de un patetismo mucho mayor que el de Javier, como obtenido de un viejo molde de mujer abnegada, aunque moderna. Se trata de una figura femenina anquilosada cuya mayor virtud es soportar las humillaciones públicas (aceptar ponerse una botarga en su chamba de edecán o ser tratada con la punta del pie por su “novio”, una especie de “lord” a la mexicana) e ir recogiendo, como dice, los pedazos que va dejando Javier en el camino con las obviedades que eso significa.