Mi nueva yo – Crítica
Reese Witherspoon ya ha interpretado a mujeres con crisis existenciales, pero la manera en que aquí se abordan sus conflictos internos y confusiones tiene una menor profundidad.
En Big Little Lies, el sonado éxito de HBO, Reese Witherspoon era Madeline Mackenzie, una madre neurótica que en la secuencia inicial conduce a sus hijas a la escuela en Monterrey, California y ese hecho desata una avalancha de pequeños sucesos que hacen avanzar el insospechado drama. Muy al principio de Mi nueva yo, la actriz repite la misma acción: como Alice lleva a sus dos niñas a la escuela, sólo que es el día de su cumpleaños 40, está recién separada de su esposo (Michael Sheen) y acaba de cambiarse de costa a costa estadounidense. Dejó el estilo de vida neoyorquino por el consuelo paterno de Los Ángeles, California.
Su voz como narradora nos recibe para ponernos en contexto de quién es, aunque no tiene vislumbrado con claridad hacia dónde va, porque, como sucede con toda crisis, la confusión impera y uno primero debe aclimatarse a la nueva realidad antes de tomar medidas y reencontrarse. Alice está de vuelta en la casa de su padre, un sitio que todo cinéfilo mataría por pisar. Dentro de esta ficción el fallecido hombre fue un laureado director de cine y esas paredes resguardan tesoros cinematográficos entre los que resaltan guiones con anotaciones hechas a mano y hasta un inmutable Oscar que ha mantenido su porte con los años.
Tras una noche de copas cumpleañeras y un affaire fallido, el lujoso e inmaculado templo se convierte en la morada de tres cineastas incipientes (Nat Wolff, Pico Alexander y Jon Rudnitsky) que tratan de convertir un exitoso corto festivalero en un largometraje. Su profesión, al igual que el antecedente del padre de la protagonista, da pie a que la directora y guionista Hallie Meyers-Shyer –quien debuta con su ópera prima– enumere referencias hollywoodenses y su industria mediante tibias críticas en tono cómico.
Pero en lo que más se esfuerza es en alejarse de las comedias románticas convencionales –y lo consigue a medias–, para adentrarse en los terrenos de El graduado, donde una mujer mayor sostiene un amorío con un hombre mucho más joven que ella. Claro que la atmósfera de Meyers-Shyer es abiertamente rosada; enfatiza el romanticismo por encima de la sensualidad y tiene la intención de complacer a madres separadas o divorciadas, a quienes parece enviarles el mensaje que nunca es tarde para reencender la flama y menos si luces como Reese Witherspoon.
En sus casi tres décadas como actriz, la ganadora del Oscar por Johnny y June: pasión y locura (Walk the Line) ya ha interpretado a mujeres atoradas en crisis existenciales, pero la manera en que aquí se abordan sus conflictos internos y confusiones tiene una menor profundidad y realismo que en Alma salvaje o la mencionada Big Little Lies e incluso sus problemas y yerros parecen inconsecuentes. El resultado de este filme se asemeja más a los triángulos amorosos tradicionales de rom-coms como Esto es guerra (This Means War), Agua para elefantes (Water for Elephants) o Nunca me olvides (Sweet Home Alabama).
Mi nueva yo es una comedia situacional que en ningún momento es transgresora, sino que mantiene un aire dulcemente predecible, sus resoluciones son rápidas, gratuitas y pragmáticas, mientras que el humor, aunque funcional, se mantiene dentro del estándar de las comedias que gustan a los grandes estudios. Tal vez comienza de forma similar a Big Little Lies, pero su resultado es diametralmente opuesto.