Horizonte profundo
Mark Wahlberg ofrece una actuación honesta en un drama claustrofóbico de altamar.
La filmografía de Peter Berg podría parecer tener la “escuela” de Michael Bay, donde el ejército tiene gran importancia en cada historia, cámaras girando alrededor del protagonista mientras observa atónito la acción, o incluso a Mark Wahlberg. Ahí que Berg haya saltado a la fama con Friday Night Lights y el retrato de la sociedad americana alrededor del futbol americano a la acción bélica realista en The Kingdom o sci-fi con Battleship.
Es natural entonces que existieran pequeñas dudas sobre cuánta veracidad o desarrollo de la historia habría ante la mayor crisis petrolera en la historia, sin embargo, Horizonte profundo más que un show lleno de explosiones, es una cinta que lentamente nos va preparando el terreno del cine de desastre.
Berg presenta a sus personajes, héroes y villanos de forma pausada, acomodando las piezas una por una, pero hace algo que poco vemos en grandes producciones de Hollywood: no nos explica el lenguaje o términos que usan los expertos, es decir, no trata a la inteligencia del espectador sin respeto. Aunque por momentos, de no conocer mucho sobre el tema, podamos no entender lo que discuten, la capacidad actoral de su reparto nos hace saber que las decisiones que se están tomando no son las correctas.
Lo cierto es que en Horizonte profundo no encontramos actuaciones sobresalientes, tampoco es que estén mal, simplemente son trabajos a la orden de la historia, la verdadera protagonista de la película, sin que algún actor quiera sacar sus dotes histriónicos.
Al momento en el que sucede la catástrofe, la cinta entonces se torna en un bólido, en una carrera contra el tiempo y la peor de las pesadillas para los protagonistas. Se convierte así en un thriller claustrofóbico por salir de una estructura en llamas cuya columna vertebral vierte chorros y chorros de líquido flamáble.
Y aunque la tragedia abarca solamente la vida de los involucrados en las primeras horas del desastre, Peter Berg añade a manera de guiño el problema ecológico que cobró la vida de cientos y cientos de animales alrededor de la planta petrolera.
Es hacia sus últimos minutos donde la película peca de los clichés típicos del género totalmente hollywoodense, donde las lágrimas de la familia en secuencia emotiva, pequeños discursos desde el corazón y bandera estadounidense ondeando al fondo se funden en los créditos finales mientras sabemos qué fue lo que pasó con nuestras protagonistas.
Al final Berg logra concentrar la claustrofobia en una pequeña torre infernal que escupe fuego letal, nos coloca justo en el centro de la acción y nos lleva de la mano para salvarnos junto a los protagonistas. Sí, se pierde al final con un desenlace típico, pero lo cierto es que no podemos reprochar cuando así sucedió en la vida real.