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Cine

El fin del sueño americano

02-12-2016, 6:00:09 PM Por:
El fin del sueño americano

American Pastoral, el debut como director de Ewan McGregor, se queda corto frente a la novela ganadora del Pulitzer en que se basa.

Cine PREMIERE: 2.5
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¿Cuál es límite del amor paternal? ¿Hasta dónde resiste la unión familiar ante la duda y la adversidad? Estas son sólo algunas de las preguntas que en El fin del sueño americano, su debut como director, el escocés Ewan McGregor pone sobre la mesa, sustentado en un texto original de Philip Roth titulado American Pastoral, que forma parte de su conocida trilogía literaria dedicada a Estados Unidos, conformada también por títulos como Me casé con un comunista y La mancha humana

En desarrollo por décadas antes de llegar a las manos de McGregor, la adaptación escrita por John Romano y Noah Haidle de la novela que la valiera el Premio Pulitzer a Roth se centra en la figura de Seymour Levov (McGregor), un padre de familia con un pasado intachable como atleta estudiantil que, cuando lo conocemos, es también un reconocido hombre de negocios. Mejor conocido por su sobrenombre “Swede”, el personaje de McGregor es la encarnación del sueño americano en plena posguerra, un símbolo de progreso y estabilidad económica que, por añadidura, también proyecta los mismos valores respecto a su estado familiar. Hasta que algo cambia.

Cuando la hija (Dakota Fanning) de la familia ejemplar que lideran Levov y su esposa (Jennifer Connelly) es acusada como autora intelectual y material de un terrible crimen ligado a su activismo antiguerra de Vietnam, la envidiada imagen de esperanza y progreso que representan como unidad se ve desquebrajada, poniendo en tela de juicio cuál es el límite hasta el que un padre puede confiar ciegamente en la educación que le dio a su hija, y hasta dónde debe empezar a aceptar que, no obstante, ella es también un individuo capaz de desarrollar ideales y creencias ajenas a las suyas.

De manera similar, McGregor demuestra que la educación fílmica que ha adquirido con años de trabajo bajo el mando de algunos de los mejores directores a nivel mundial no necesariamente representa un aprendizaje. Haciendo evidentes carencias de rigor, principalmente en el terreno de lo actoral, el director y actor nunca logra encontrar una consistencia tonal entre su elenco que, nunca abandonando el melodrama lacrimógeno, termina ausente de una cohesión evidente como ensamble.

En lo técnico no hay queja. Apoyado por el cinefotógrafo Martin Ruhe, McGregor logra una impecable recreación de los Estados Unidos al final de los años 60, una época tan representativa del cambio y el progreso ideológico que argumentalmente contrasta a la perfección con la cerrazón a la que esta familia debe hacer frente pero que, en manos de un director novato como él, se siente meramente decorativo y desaprovechado. 

Lo mismo ocurre con el elenco, repleto de actores de personaje como David Strathairn, Samantha Mathis, Uzo Aduba y Rupert Evans quienes, no obstante su evidente esfuerzo y compromiso, nunca logran encontrar el balance interpretativo al que McGregor olvida dirigirlos, haciendo que sea aún más evidente la falta de guía que aqueja a los protagonistas (principalmente Fanning quien, en el tartamudeo de su personaje pierde toda credibilidad). Aunque su calidad histriónica no está en duda, el trabajo de McGregor detrás de la cámara deja mucho que desear tomando en cuenta que su formación incluye roces con grandes figuras como Danny Boyle, Peter Greenaway o Roman Polanski, por mencionar sólo algunos dentro de sus más de 20 años de carrera.

autor Periodista y comentarista de cine en El Fanzine, Nylon, Puentes, Cine Premiere y quien se deje. Mi papá me puso a ver Buenos Muchachos a los diez años y "as far as I can remember, I always wanted to be a gangster".
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