El bebé de Bridget Jones
Bridget Jones’s Baby cumple con creces al actualizar y presentar una versión más madura (aunque no menos hilarante) del clásico personaje.
Bridget Jones es un símbolo; una protagonista diferente al ideal impuesto dentro de la fórmula de las comedias románticas, no sólo por su fisonomía, también por su personalidad caótica, su inseguridad, su vulnerabilidad, su poco atinada forma de expresarse, su impulsividad al sacar conjeturas y, sobre todo… la mala suerte que se deriva de todo este conjunto. Esta singular esencia se mantiene en la tercera entrega fílmica de dicha heroína antiheroica en El bebé de Bridget Jones.
Sharon Maguire regresa al timonel, después de desaparecer en la segunda cinta, para contar un nuevo episodio en la vida del personaje interpretado con maestría, carisma e -irónicamente- seguridad por Renée Zellweger. Con 43 años, Bridget ahora es una productora que sigue cometiendo desatinos laborales y personales, pero parece tener su vida controlada. Al menos hasta que en un festival hipster tipo Glastonbury u Oktoberfest un traspié la conduce al que parece ser el príncipe azul en turno: Jack Qwant, un perfecto Patrick Dempsey, cuya personalidad es una clarísima «metáfora» del caballero galante. Mark Darcy está fuera de la escena, pues él y Bridget se separaron tiempo atrás y además está casado.
Tras un breve romance pasajero con Jack y un reencuentro en apariencia romántico con Darcy, Bridget queda embarazada. El problema se desprende de que no sabe quién es el papá de su hijo y, para colmo, ambos quieren ser partícipes del proceso, lo que complica más las cosas para este nuevo trío en donde el legendario Daniel Cleaver (Hugh Grant) quedó descartado. «De los dos amores de mi vida, uno está casado y el otro muerto», anticipa Jones al principio de la historia.
El filme se distancia marcadamente del tercer libro de Helen Fielding, Bridget Jones: Mad About the Boy. En aquella trama Mark Darcy está muerto y nuestra heroína no sólo es viuda, sino que tiene dos hijos. Después de cuatro años de luto está lista para volver a buscar a alguien con quien rehacer su vida. El distanciamiento del material original por parte de Fielding, quien es guionista al igual que Dan Mazer y Emma Thompson, es un acierto, pues le da al filme la oportunidad de explorar el romance, impide que Colin Firth salga del argumento y moderniza las tragicomedias a las que Jones se enfrenta en su nueva odisea.
Aquí, además, hay espacio para los guiños a la primera película –ambas comienzan de una forma muy similar con Bridget, una pijama de pingüinos y de fondo el tema «All By Myself»– y homenajes a otro libro que sirvió de inspiración para la historia de esta alocada británica y su Mark Darcy: Orgullo y prejuicio, pues el bebé recibe el nombre del protagonista de la novela de Jane Austen. Esto no sorprende y menos aún teniendo a Thompson como guionista. La aclamada actriz que protagonizó la adaptación de otro libro de Austen (Sensatez y sentimiento) también se da tiempo de figurar como la ginecóloga de Jones y con sus acertados y mordaces diálogos obsequia algunos de los mejores momentos de la cinta.
Pese a que tiene una duración de más de dos horas, los minutos son imperceptibles gracias al buen timing, sus inteligentes diálogos, su ligera crítica al estilo de vida actual –recordemos que ya pasaron 15 años desde que este personaje debutó en la pantalla grande– y a que la película es inteligente divertida y placentera; vamos, saca a relucir el humor inglés. Asimismo, el contraste de los personajes –el desparpajo de Zellweger y la incomodidad de Firth– siguen siendo una combinación ganadora que no pasa de moda.
Sin embargo, tampoco está exenta de algunos pecadillos. En ocasiones la irreverencia característica de esta franquicia se sale de control al grado en que no sólo da pena ajena, sino que raya en la incredulidad. Aunado a lo anterior, la dinámica del triángulo amoroso llega a verse forzada por pequeños detalles, como el hecho de que ni Mark ni Jack reaccionan tras descubrir importantísimas omisiones por parte de Bridget, por mencionar un ejemplo. No obstante, al final de cuentas, la historia de esta mujer que ahora ya no está obsesionada con el peso sigue siendo hilarante y cautivadora. Es mucho más que un mero gusto culposo.