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Cine

El apóstata

16-08-2016, 5:02:35 PM Por:
El apóstata

El apóstata es un filme hecho con rigor que parece pertenecer a una época pasada, alejada de la cinematografía moderna.

Cine PREMIERE: 3.5
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“El ser humano tiene que aceptar que la mediocridad es su condición natural”, le dice el maestro de filosofía que acaba de reprobar por enésima vez a Gonzalo, el protagonista de la película, un estudiante universitario más cerca de los 30 que de los 20. Y es que él se ve a sí mismo como un rebelde, un gran héroe romántico, digno de novela de Stendhal, con su voz en off, sus largas cartas manuscritas y su discurso revolucionario, pero no deja de ser un muchacho estancado, bueno para nada, que apenas estudia, no trabaja demasiado, y no tiene ni pareja, ni amigos, ni demasiados objetivos en la vida.

Hay películas que siguen los golpes de acción, la mayoría, otras que siguen a sus personajes. El apóstata, del uruguayo Federico Veiroj, es de las últimas, al igual que Acné y La vida útil, las dos anteriores películas del cineasta, por muy diferentes que sean a la que nos ocupa. 

En este caso, Gonzalo, el protagonista, interpretado por el también coguionista Álvaro Agallo, en un momento de apatía vital y de evidente estancamiento en su vida madrileña, decide elegir, como gran empresa personal, abandonar la iglesia católica. Apostatar. Ese es su propósito cuando no tiene ningún otro en la vida. Se vuelca en esta curiosa misión con mayor entusiasmo que en sus estudios, donde ejerce de eterno repetidor, su familia o su trabajo como profesor particular. Quiere dejar de ser católico, quiere que lo borren de los registros de la iglesia, quiere renunciar a su pasado y, quizás, avanzar en la vida. Es evidente que no puede, que el síndrome de Peter Pan lo persigue, que no sabe crecer y, de hecho, ni siquiera quiere. No del todo. La vida adulta le da una tremenda pereza… ¿Y a quién no?

Gonzalo no hace casi nada. Duerme, dizque estudia, da clases a un niño, su único amigo, la única persona con quien de verdad se identifica, y está enamorado de su prima. Es, pues, un completo desastre. Para terminar de fastidiarla, y de seguir yendo contracorriente, busca esta salida, la apostasía. Al igual que el personaje protagonista, Federico Veiroj va a contracorriente. Huye de forma consciente de lo cool, de cualquier cosa que suene a moderno. Renuncia a las convenciones, tanto como Gonzalo renuncia a su iglesia. 

Igual que, antiguamente, los apóstatas salían de la iglesia caminando hacia atrás, como cangrejos, ese es el cine de Veiroj, va marcha atrás, como recuperando el tiempo perdido, viajando marcha atrás en el tiempo. Sus personajes mandan cartas, escuchan discos de vinilo y buscan la palabra “monumental” en un diccionario. Esta renuncia es parte de su sello, su aspiración a hacer cine de autor clásico.

Los referentes más cercanos a este cine, a ratos realista, a ratos surrealista, son también propios del pasado. Sería ambicioso hablar de Luis Buñuel, no por poner ensoñaciones en unas cuantas escenas se puede tomar el nombre del director de El ángel exterminador en vano, pero sí que existen ecos a su cine. Y sobre todo, hay otros muy evidentes a Los 400 golpes de François Truffaut. Es más, el final de la película es un homenaje consciente a esa película, este cineasta y, sobre todo, a la infancia. Y es que Gonzalo intenta renunciar a la iglesia de la forma correcto, siguiendo todo el proceso administrativo, eterno e irritante, y fracasa. Sólo cuando decide hacerlo de la forma incorrecta, como un niño que hace una travesura, como un Antoine Doinel hispanouruguayo que se va de pinta, logra su objetivo y, de forma simbólica, pasa a ser un apóstata… y, ¿un adulto, quizá?

A pesar de lo extremo de la propuesta, de lo literal de muchos momentos (y diálogos) y lo críptico de muchos otros, la película aguanta en un arriesgado filo, no decae ni cuando se pone extravagante, y cuenta más cosas de lo que su ligereza aparenta querer contar. Y es que, a fin de cuentas, ¿quién no querría seguir siendo un niño toda la vida, quién no querría dejar atrás nuestros errores del pasado e, incluso, los de nuestros padres? Renunciar a todo, volver a empezar, eso es lo que busca Gonzalo, El apóstata es la historia de su pequeño fracaso. 

autor Guionista de cine y TV, escribo series, telenovelas, artículos, bodas y comuniones. Empecé en esto haciéndome socio del club de fans de Freddy Krueger, y aunque ya perdí la credencial, sigo con la ilusión de ver qué se cuece al otro lado de la pantalla. www.roomservice.mx
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