Churchill
Un filme que se reduce a una exposición argumental para construir una narrativa principalmente discursiva y de nulo accionar.
El 6 de junio de 1944 fue una fecha clave en el desenvolvimiento de la Segunda Guerra Mundial a favor del flanco aliado; a partir del desembarco a Normandía y la Operación Overlord que inició con el llamado “Día D”, se dieron los primeros pasos para replegar a las fuerzas alemanas y debilitar al nazismo devorador que tenía a Europa comiendo de su mano. Aquel día 170 mil soldados se embarcaron por el canal de la Mancha para dirigirse a Francia y dos meses después ya eran más de tres millones de tropas aliadas las que se disponían a liberar París, misión cumplida el 25 de agosto. En el penúltimo día de aquel mes los germanos huyeron por el Sena y la operación culminó exitosamente.
Aquella minuciosa estratagema militar había sido hilvanada durante meses principalmente por Dwight D. Eisenhower y los refuerzos estadounidenses que contaban con la mayor cantidad de tropas, pero en las playas de Normandía también involucró la participación de soldados británicos y canadienses. En medio de todo, aunque sin voz ni voto, se encontraba el entonces Primer Ministro británico Winston Churchill, quien no estaba muy convencido de la misión. Su participación en la Primera Guerra Mundial le había tatuado la enseñanza de que una hazaña de esta envergadura era sinónimo de masacre.
La biopic, dirigida por Jonathan Teplitzky y protagonizada por Brian Cox como el famosísimo inglés, concentra sus energías en mostrar las reservas de Churchill y explicar por qué sus fantasmas y traumas pasados le dictaban convertirse en una fuerza antagónica para favorecer su conciencia moral. Con su oposición se sientan las bases del debate central del filme que contrapone la modernidad de las nuevas estrategias militares con las lecciones impartidas por la historia. ¿Los seres humanos estamos destinados a repetir los mismos errores o acaso las novedades armamentísticas era lo que había faltado la vez anterior?
Durante tres cuartas partes de la película nos topamos con un argumento estancado en un mismo conflicto: la renuencia del protagonista empecinado en ir al frente y ser parte de la acción, pero al igual que él nos quedamos con las ganas de atestiguar la batalla. Es sumamente complicado «desnudar» a un personaje al condicionar su actuar a sólo un par de días en los que debe tomar decisiones fundamentales. Por lo mismo, la película se centra en sus disyuntivas morales y celos políticos, generando un retrato fraccionado que hacia el desenlace tiene un tono redentor azucarado que le resta puntos al dramatismo introducido en un principio.
Este bosquejo del Primer Ministro interpretado por Cox incluso se ve opacado por la textura que, por ejemplo, le imprime John Lithgow en la serie de Netflix, The Crown, donde pese a ser un personaje secundario se roba cada escena en la que aparece. Por el contrario, este Churchill es el núcleo del filme pero se encuentra atado por sus circunstancias y se le reduce a la exposición argumental para construir una narrativa principalmente discursiva y de nulo accionar. Mención aparte para algunos monólogos de Cox y John Slattery como Eisenhower, que son lo más poderoso del filme.
Pero así como The Crown nos permite completar los huecos que esta producción deja en torno a Churchill, El discurso del rey (2010) hace lo propio con el rey Jorge VI, que aquí es la figura más sensata y ecuánime del elenco, mientras que la Dunkerque (que estrena el 28 de julio) de Christopher Nolan servirá para sentar un antecedente de los miedos del político británico y cuando el dominio nazi parecía inevitable. Tristemente, el interés en torno al proyecto parece brillar más por las referencias que están a su alrededor más que por lo que él mismo ofrece.