Juegos demoniacos
Una cinta confusa, desde su trama hasta su fotografía.
¿Se acuerdan del éxito que tuvo La bruja de Blair? Se trató de una película de muy bajo presupuesto que logró recabar millones, debido a que planteaba una fórmula de filmación nueva. Bueno, pues 16 años más tarde aparece la producción checa y ucraniana Juegos demoniacos (Ghoul), con la misma fórmula… pero sin el mismo efecto.
La cinta –dirigida por Petr Jákl– narra la odisea de tres estadounidenses que deciden viajar a Ukrania para hacer un documental sobre el canibalismo, fenómeno que vivieron los habitantes en 1932 a causa de una hambruna. Y hasta ahí les podemos contar, no por spoilers, sino porque la trama es demasiado confusa. Llega un punto en el que es imposible saber si la historia es sobre demonios, canibalismo, asesinos seriales o la hambruna.
Sin embargo, eso no es lo único que está revuelto en el filme: la fotografía, por ejemplo, es un caos. Hace uso de ese modo «innovador» de la cámara en mano (aunque parece ser que al director le cuesta trabajo diferenciar entre un documental y un video casero). Sin embargo, si la mayoría de las películas no lo usan, es por algo: todo se mueve demasiado. Además, muchas escenas son muy oscuras, por lo cual es difícil digerir lo que está sucediendo. Entender qué está pasando resulta vital en el espectador para crear el suspenso y el terror en él.
La película, a pesar de ser ucraniana, parece tomar las fórmulas y moldes de Hollywood. Ojo, eso no es necesariamente malo. Sin embargo, el director pudo haber usado su propia fórmula europea, aprovechar las tradiciones e historia local, para hacer una película que nos ponga los pelos de punta, en lugar de usar una receta estadounidense. Una receta que que incluso en Hollywood está bastante gastada. El único acierto es que, de vez en cuando, encontramos imágenes que por sí mismas y de forma aislada llegan a ser escalofriantes.