Krampus: El terror de la Navidad
Más cercana al cine de serie B, Krampus es una entretenida apuesta sobre una leyenda poco conocida.
Es verdad, la navidad es una época de inevitables connotaciones comerciales que hoy en día empiezan a invadir las tiendas departamentales desde Septiembre. Para beneplácito de los fanáticos de la temporada (y molestia de uno que otro Grinch), todo se viste de colores navideños y las pantallas de cine no son la excepción. Pero la llegada de Krampus: El terror de la Navidad no necesariamente se inscribe en la sentimental y jovial tradición que estas fechas contagian, sino todo lo contrario.
Max (Emjay Anthony) es un preadolescente con creciente dificultad por mantener vivo el espíritu navideño en él. Y no es difícil culparlo cuando Krampus, dirigida por el realizador de culto Michael Dougherty (Trick ‘r Treat), nos introduce a la Navidad al ritmo de Bing Crosby y con las implacables imágenes de hordas de compradores luchando por regalos en descuento. La imagen navideña decadente por excelencia.
Durante un viaje familiar con sus padres (Toni Collete y Adam Scott), Max deberá enfrentar lo inimaginable cuando una antigua leyenda cobre vida en el improbable cuerpo de una criatura de nombre Krampus y sus secuaces (tétricos muñecos de porcelana y de jengibre, entre otras curiosidades). Como si no fuera suficiente con la visita de sus molestos tíos (de entre los que destaca David Koechner como un hilarante hillbilly aficionado a las armas) y sus incompatibles abuelas, así como sus insoportables primos y hermana, la aparición de tan temible ser y un apagón se suman a sus problemas, obligándolo a permanecer encerrado con todos estos personajes ante el inminente ataque.
Si bien es cierto que con Trick ‘r Treat, Dougherty hizo la película de Halloween más interesante de los últimos tiempos, con Krampus: El terror de la Navidad sigue mostrando un talento incuestionable para contar historias con la etiqueta de “cine de culto” por todas partes aunque, en esta ocasión, abogue más por una historia tipo serie B, plagada de gags y momentos de comedia que no en vano la han puesto a la par de otros títulos como Gremlins o Rare Exports.
Efectos digitales y efectos prácticos conviven en la pantalla con destreza, haciendo que cada chorro de sangre se vea tan real como las luces y las esferas en el árbol de Navidad que la familia de Max tiene en casa, y vistiendo una entretenida película sobre las dificultades de empatizar con una fecha tan desgastada por su insistente presencia en todas partes.
Y aunque en ocasiones tanto los sustos como las risas se ausentan por periodos extendidos de tiempo, la película de Dougherty se sostiene por retomar una leyenda poco conocida (ya antes retratada en cine pero nunca por un estudio grande como es Universal) y por contarla con ligereza. Eso es gracias a su tono satírico, al cual solamente se suman las maravillosas actuaciones de un elenco completamente consciente de la intención que la película necesita para funcionar.