La cabaña del diablo
Una apuesta de "terror" que poco asusta, poco aporta y poco recordarás.
A casi un año de su estreno en otros países, llega a las pantallas mexicanas The Damned, también conocida como Gallows Hill, y que para Latinoamérica finalmente fue bautizada –con poca fortuna- como La cabaña del diablo, aunque lo que aparece en ella no es propiamente una “cabaña” y no da tanto miedo como pretende el que mencionen en dicho título al “Señor de las tinieblas”.
Dirigida por Victor Garcia, quien ya ha incursionado en el género vía La casa de la colina encantada, Hellraiser: Revelations y Espejos siniestros 2, la película sigue los pasos de David Reynolds –interpretado por Peter Facinelli–, quien debido a que va a casarse por segunda vez, viaja a Colombia acompañado de su prometida (la inglesa Sophia Myles), para recoger a su hija, quien no está nada entusiasmada con participar en la boda planeada en los Estados Unidos. Antes de iniciar el camino de regreso, viajan a Medellín abordo de una camioneta –ya con la chica y el novio en turno incluido–, pero debido a la premura, deciden tomar una ruta alterna. Es ahí cuando sufren un accidente que les obliga a buscar refugio en la casona del viejo y misterioso Felipe –encarnado por Gustavo Angarita–, que esconde un terrible secreto en el sótano. Sí, todo esto nos remite de forma inevitable, a las usuales producciones de bajo presupuesto, protagonizadas por gente perdida en un bosque inquietante y desconocido, que pululan en el mercado del entretenimiento a más no poder.
Se trata de una fórmula probada que aquí se sigue al pie de la letra, sin parpadear y hasta con cierta eficacia en las cuestiones técnicas. Al menos eso sucede menos durante la primera mitad. Luego, en un intento por evitar ser totalmente predecible –lo cual, obviamente, no consigue– y develar un poco más de los personajes (cuya relación entre los mismos nunca termina de funcionar), el realizador español recurre a un par de giros de tuerca que le llevan a deambular con tibieza en el campo del terror psicológico. Aunque, eso sí, hay que reconocer que decidiera tomar el riesgo. Sin embargo, estos giros desarticulan el desarrollo y, aunque sí captura nuevamente el interés de espectador con algunas atmósferas inquietantes apoyadas en un diseño sonoro impecable, estás se convierten en lo más rescatable de todo el asunto. Quedan como curiosidad, escenas en las que el ritmo parece recuperarse –entre ellas una de leves tintes eróticos, que protagoniza la Miss Bogotá, Carolina Guerra–, pero que se pierden en la inconsistencia general. Esto además de la conjunción en el reparto –buscando cierta congruencia con el contexto–, de actores de origen anglo como Facinelli y Myles, con latinos como Guerra, Angarita y Juan Pablo Gamboa. En fin, salvo los contadisimos sobresaltos que llega a provocar hacia el final, un tanto mejor que el desarrollo general, no hay mucho qué rescatar de la que se convierte en una de las primeras apuestas de terror en cartelera, rumbo a la recta final del año.