Más notas perfectas
La secuela del éxito de culto Pitch Perfect cumple (y a los fans encantará), pero ofrece poco más.
Armar una secuela es difícil. Especialmente cuando se trata de una película de culto con un público devoto que ha visto la original múltiples veces y prácticamente la puede recitar de principio a fin. Súmale a esto una directora novata –Elizabeth Banks toma las riendas además de repetir su papel como comentadora en las competencias– y tendrás la receta ideal para un desastre. Así que empecemos por ahí: Más notas perfectas no es un desastre, aunque sí, como su nombre en español alude, es más de lo mismo.
La trama gira alrededor del mismo grupo estudiantil de a capela que la primera, Barden Bellas, pero ahora en su último año de universidad y con miras hacia el gran ‘¿y ahora qué?’ con el que lidia cualquier estudiante en esa etapa.En términos de cómo se compara con la original, el filme se sostiene casi enteramente con chistes recurrentes y el espíritu sin tapujos de Rebel Wilson (repite como Fat Amy), quien abre la película con una secuencia que sólo una persona extremadamente segura de sí misma se aventaría hacer. Sin embargo, aunque la comicidad y musicalidad funcionan, es en la construcción y desarrollo de una trama sólida y personajes entrañables, donde el filme se comienza a desmoronar.
De entrada, Anna Kendrick (genial y llena de girl power en la primera) aquí es reducida a personaje prácticamente secundario y aquel espíritu ganador que solía tener apenas se asoma en pequeño guiños por aquí y por allá. Las canciones y arreglos para las «batallas» funcionan pero hace falta, y se extraña, algún momento musical original en el que las personalidades de las chicas brille por encima de las canciones famosas que tan bien están reinterpretando. O lo que es lo mismo: falta el «momento Cups» que tuvimos en la anterior. Sólo un mini dueto con una personalidad (que no mencionaré para no arruinarles la sorpresa) intenta acercarse, pero se queda corta.
Al final, Más notas perfectas tiene un espíritu dulce y melodías pegajosas, pero no mucha sustancia. Como un algodón de azúcar.