Una pareja más tonta
La secuela de Dumb and Dumber con Jim Carrey y Jeff Daniels apela a un humor absurdo y escatológico que no es para todo público.
¿Realmente era necesario hacer la secuela de Una pareja de idiotas (Dumb and Dumber)? La respuesta es obvia. No. Desde la primera cinta se exploró todo lo que se podía sobre la estática e intrascendente vida del par de perdedores Harry Dunne (Jeff Daniels) y Lloyd Christmas (Jim Carrey). Sin embargo, exactamente 20 años después los directores Peter Farrelly y Bobby Farrelly los regresan al cine con Una pareja más tonta (Dumb and Dumber to), todo por petición de los fans.
Tal vez por eso no ofrece nada nuevo bajo el sol. Los cineastas repiten situaciones ya vistas en la primera entrega. Tenemos el road trip en busca de una mujer, la pérdida del vehículo en el que viajan, la necesidad de usar trajes inapropiados para insertarse en un ambiente que no es el suyo… y otras tantas que en algunos casos funcionan como homenaje a la precuela –como el regreso del niño ciego. Las reiteraciones son tan obvias y carentes de creatividad, que incluso en la secuencia de créditos finales se contrastan escenas entre una y otra cinta. Los personajes no maduraron y sus “aventuras” prácticamente tampoco.
Este reciclaje de la fórmula tiene leves variaciones en la “historia”. Después de una “depresión” que lo mantiene 20 años en estado comatoso, Lloyd confiesa que todo fue una broma y se embarca en una misión para buscar a la recién descubierta hija de Harry: Penny (Rachel Melvin). Su amigo necesita un riñón y él –como hizo antes– anda en busca de amor.
Ya sabemos que para muchos Jim Carrey es la panacea de la comedia. Pero aquí recae en su ya conocida estrategia y recurre a vestimentas ridículas, muecas exageradas, diálogos absurdos y la continua gesticulación para hacer reír. Es el actor en la época previa a demostrar que podía interpretar roles mesurados. Regresa 20 años atrás en su carrera.
Si bien una que otra escena hace reír –aquellas en que el guión se esfuerza por mostrar un poco de creatividad– en general apela a un humor absurdo, escatológico y estrambótico que no es para todo público. No hay sutileza ni finura, muy en el camino de la primera película. Vamos, ni siquiera hay un esfuerzo en la elección del soundtrack, pues este afán reiterativo ocasiona que en 3 escenas se escuche la canción «Right Action» de Franz Ferdinand.
Jim Carrey sólo había hecho una secuela en su carrera, la de Ace Ventura, y Jeff Daniels nunca había pisado estos terrenos. Debieron permanecer así.