Líbranos del mal
Inspirada en una historia real, Deliver Us From Devil combina una convencional historia policíaca, con los tropos del cine de horror.
En la escena más inquietante de Mensajero de la obscuridad (2002) –thriller sobrenatural basado en la historia del periodista John Keel–, el protagonista se descubre de pronto en un pueblo desconocido, con el carro descompuesto y sin idea de cómo fue a parar ahí. El periodista –interpretado en la cinta por Richard Gere– busca ayuda en una casa cercana, donde el dueño le reclama –pistola en mano– que sea la tercera noche al hilo que toca para pedirle el teléfono. Gere, por supuesto, no entiende lo que sucede, y el suceso de hecho queda sin explicación—algo común en las películas basadas “en un hecho de la vida real” y que, sin embargo, les da ese algo que nos hace sentir que podría ser cierto.
Algo parecido sucede con Líbranos del mal (Deliver Us From Evil), una película de Scott Derrickson –director de El Exorcismo de Emily Rose–, en la que el sargento de policía Ralph Sarchie investiga una serie de sucesos que, como descubre eventualmente, tienen en común a 3 veteranos de guerra recién llegados de una misión en Irak. Guiado por lo que su compañero llama en broma un “radar” que sólo parece detectar casos insólitos, Sarchie descarta el asunto como un mero caso de psicosis… hasta que su encuentro con un sacerdote llamado Mendoza le hace pensar que, en efecto, tantas coincidencias inexplicables sólo pueden ser cosa del demonio.
Líbranos del mal está inspirada en las experiencias que el verdadero Ralph Sarchie habría de vivir en sus veinte años como policía en el Bronx, mismas que acabarían por convertirlo en una autoridad de lo paranormal (dato curioso: Sarchie fue quien le habló a Derrickson sobre el caso de Annelise Michel, que a su vez fue la inspiración para El Exorcismo de Emily Rose).
En la actualidad, Sarchie se confiesa un Católico Tradicionalista, y es justo el reencuentro con su fe lo que acaba por convertirse en el meollo de la historia, con una trama que remite sin duda a El Exorcista, máximo exponente de un subgénero que ha dado muestras una y otra vez de haberse agotado en sí mismo.
Pero lo cierto es que no hay mucho que hacer una vez que el demonio en turno ha poseído a alguien, y resulta interesante la manera en que Derrickson –un Cristiano evangélico– se las arregla para conjurar los clichés del género. Esto es en buena medida por la efectiva manera en la que combina una convencional historia policíaca, con los tropos del cine de horror. En el papel de Sarchie, Eric Bana aporta al filme genuina vulnerabilidad –aunque Mendoza, el sacerdote jesuíta, suene a ratos como sacado de programas como el infame Pare de Sufrir–, y la producción de Jerry Bruckheimer le asegura la suficiente verosimilitud como para creer que el diablo en efecto anda suelto… a pesar de que –salvo un par de brincos, esos sí típicos de película de terror– Líbranos del mal no dé mucho miedo.
Pero, ¿no dijo ya Baudelaire que la mayor argucia del Diablo ha consistido en persuadir al mundo de que no existe?