Se levanta el viento
The Wind Rises de Hayao Miyazaki es una inconsistente oda a la creatividad del autor.
Se levanta el viento (The Wind Rises), la última película del legendario director Hayao Miyazaki, quien asegura haberse retirado del cine, es una oda al poder de la inventiva y la tenacidad para cumplir con una vocación. La trama narra la historia real del ingeniero aeronáutico Jiro Horikoshi, quien diseñó aviones de combate para el ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque tiene algunos elementos oníricos, como los encuentros de Jiro con el ingeniero italiano Caproni, el largometraje animado es el menos fantástico en la carrera de Miyazaki y puede leerse como una especie de testamento fílmico y una triste declaración final: la imaginación tiene el poder de cambiar al mundo momentáneamente, pero la realidad siempre se impone. No es coincidencia que los diseños de Jiro –inspirados en elementos naturales como el esqueleto de un arenque– tengan el destino de convertirse en máquinas de guerra.
Vemos a Jiro desde niño, cuando a través de revistas norteamericanas conoce los más avanzados vehículos aéreos. Es entonces que Miyazaki comienza a contraponer, temática y visualmente, las tradiciones milenarias de Japón con el avance implacable de la modernidad tecnológica (es notable la imagen de una yunta de bueyes arrastrando a un avión de combate por el campo). La música de Joe Hisaishi, colaborador habitual del realizador, inyecta un espíritu de esperanza aún si en pantalla apreciamos sucesos terribles. Es así como acompañamos a Jiro en su travesía creativa y emocional a medida que Japón experimenta sucesos trágicos, como el terremoto de 1923, la epidemia de tuberculosis, los años de carencia de la Gran Depresión y la derrota en a Segunda Guerra Mundial (la planicie regada de aviones derribados resulta aterradora).
La otra pasión de Jiro es Nahoko Satomi, la chica de quien se enamora en un hotel-santuario, que nos recuerda a La montaña mágica de Thomas Mann (a la que hace referencia directa el filme). Es en esta relación romántica donde yace el más grande problema discursivo del trama: el personaje femenino es un monumento a la subyugación. Nahoko jamás es la prioridad de Jiro, cuyo verdadero amor es el avión que diseña para Mitsubishi. Nos sorprende que este filme sea tan problemático en cuestiones de género, ya que Miyazaki ha creado personajes femeninos fuertes y que se alejan de los arquetipos en cintas como El viaje de Chihiro (2001) y La princesa Mononoke (1997).
Se levanta el viento es un largometraje de contrastes: ya que retrata momentos terribles con imágenes hermosas, que nos llevan a pensar si ha existido alguien que haya llevado el lenguaje de la animación a tales niveles expresivos. Miyazaki lo mismo hace eco al arte minimalista japonés que a las líneas postimpresionistas de Van Gogh o el cine de Kurosawa. Hagamos un trato: dejemos de llamar al maestro “el Disney japonés”… si acaso Disney sería el “Miyazaki norteamericano”.