Mi universo en minúsculas
La ópera prima de Hatuey Viveros tiene un tono meditativo y pausado y trata sobre la búsqueda, la pérdida y el reencuentro.
Mi universo en minúsculas, ópera prima de Hatuey Viveros, es una película sobre la búsqueda, sobre la pérdida y sobre el reencuentro. Sostenida casi enteramente por la fantástica interpretación de su protagonista, la española Aida Folch, la cinta nos lleva a un recorrido sentimental y nostálgico por una ciudad de México completamente ajena al caótico frenesí con el que usualmente es retratada esta ciudad de casi 9 millones de habitantes.
Aina es una chica que llega a México únicamente con una fotografía y el profundo deseo de volver a ver su padre. La imagen vieja que carga la muestra a ella de chica, cuando todavía vivía en el DF y a su padre. Atrás de la foto, una dirección: Juárez número 37. La búsqueda entonces comienza, pero ¿sabes cuántas calles Juárez hay en la ciudad? Casi tantas como historias, dramas, relaciones y problemas. Vidas, pues.
En tono meditativo y pausado, Viveros da un recorrido por un DF que luce más solitario que nunca. Su cámara se acerca a los detalles que le dan vida a la metrópolis y se aleja a unos planos cenitales que nos dan un poco de contexto para sentirnos sobrecogidos por la magnitud del lugar donde vivimos. Y del lugar donde esta jovencita pretende encontrar a una persona. Lo poco que llegamos a conocer del resto del ensamble de personajes que construyen esta historia, nos apunta hacia esa misma soledad. Una soledad donde algunos hijos están ausentes y le dejan una carga enorme a su madre; donde una mamá abandona a su pequeño sin mirar atrás y donde una chica extranjera, ella perdida en su propia búsqueda, los mira a todos desde afuera. Sin querer afectándolos a todos y dejándose afectar por ellos. Y en su camino, ¿por qué no?, afectándonos a nosotros.