La noche de la expiación
Protagonizada por Ethan Hawke, The Purge juega con la doble moral de la violencia.
En el futuro cercano, el gobierno de los
Estados Unidos ha llegado a la conclusión de que la única forma de detener la
espiral de crimen y violencia que se ha apoderado del país es permitir, una vez
al año, que la población libere sus impulsos violentos sin temer a las
consecuencias: por un periodo de doce horas, todo el mundo puede robar, agredir
o hasta asesinar a otros sin temer castigo o represalia alguno. A esto se le
conoce como la Purga.
Confiados en las bondades de la medida, la
familia Sandin espera a que comience la purga anual, segura además de los
sofisticados sistemas de seguridad que el padre representa—y cuyas ventas, como
es obvio, se disparan en los días previos a la fecha, lo que les permite vivir
muy cómodamente. Pero cuando Charlie, el hijo menor, levanta sin permiso las
barricadas de la casa para salvar a un vagabundo de ser asesinado en la calle,
los Sandin se verán obligados a reconsiderar su postura frente a una medida
que, como la televisión no deja de recordarles ha mejorado la economía y
reducido el crimen, sí… pero que los convierte a ellos también en blanco de la
misma.
Inverosímil como pueda sonar, la poderosa
premisa les permite a los productores—detrás del filme se encuentra Platinum
Dunes, responsable de esa andanada de refritos de hace algunos años que incluía
remakes de La masacre de Texas y Pesadilla en Elm Street—y al director
debutante James DeMonaco—guionista también de la nueva versión de Masacre en la cárcel 13—ensayan una
peculiar alegoría sobre la naturaleza inherentemente violenta del ser humano y
la manera en que se justifica esta violencia, una discusión que resulta en
particular relevante para una sociedad cuya doble moral valida continuamente
invasiones, guerras y la discriminación de su gente por su raza o condición
social.
En este sentido, la cinta no tiene reparos en
mostrar las consecuencias de dicha violencia, y los aficionados al género
agradecerán la contundencia con que los señores Sandin se defienden de esos
invasores convencidos, como están en su derecho, a hacerse de ese hombre cuyo
único crímen es ser pobre y negro. Predecible a momentos—e ilógica en la manera
en que se maneja el espacio de la casa, en la que los personajes parecieran no
escuchar los gritos y disparos que tienen lugar a escasos metros de donde ellos
se encuentran—, la película cumple igualmente en construir el suspenso que la
situación requiere, y lo cierto es que la anécdota logra que el espectador se
cuestione el qué haría de encontrarse en una situación similar.
Por supuesto, las posturas del cine de horror
resultan a menudo reaccionarias, y no deja de llamar la atención la forma en
que, a pesar de todo el gore y la manera brutal conque uno y otro bando se
propinan tiros, golpes y hasta hachazos, la conclusión de la película no podría
ser más conservadora, al tiempo que se infiere que la violencia se combate sólo
con más violencia: es una lógica absurda, paradójica pero satisfactoria… como
la violencia misma.