Turbo
Aunque Turbo no es la película más original de DreamWorks, es una aventura divertida y conmovedora para pasar un buen rato.
En los últimos años hemos visto un crecimiento exponencial del cine animado y aunque esto nos ha permitido disfrutar una mayor variedad de historias –algunas de ellas considerablemente maduras y adultas–, lo cierto es que se trata de una técnica que históricamente ha sido empleada para divertir las audiencias más pequeñas. Turbo no es la excepción a esta regla, pues aunque goza de una historia extremadamente sencilla, tiene todos los elementos necesarios para cautivar al público, especialmente a los más pequeños.
Turbo nos introduce a Theo, un caracol de jardín aficionado de las carreras, el cual sueña con ser veloz para poder participar en las 500 Millas de Indianápolis. Lamentablemente sus esperanzas se ven truncadas una y otra vez, lo cual provoca serios enfrentamientos con su realista –y un tanto negativo– hermano Chet. Sin embargo, todo cambiará cuando Theo sea succionado accidentalmente por el motor de un automóvil de carreras callejeras, dando como resultado un caracol con la velocidad suficiente para formar parte de una competencia automovilística.
El descubrimiento de este rápido caracol será hecho por Tito, aficionado a las carreras de caracoles y dueño de una modesta taquería que verá en el inusual velocista la oportunidad para obtener una vida mejor. Pero al igual que Theo –ahora llamado Turbo–, este curioso humano deberá convencer a su propio hermano de que vale la pena soñar y luchar por lo que uno quiere.
¿Cliché y un poco predecible? Tal vez, sin embargo Turbo logra salir adelante gracias a la emotividad de su historia, su humor y al carisma de cada uno de sus personajes, los cuales se ven beneficiados por un impresionante trabajo de animación. Esto se debe a que los caracoles simplemente no pueden ser diseñados de manera antropomorfa, pero cada uno de ellos goza de numerosas expresiones faciales y una compleja comunicación corporal que transmiten a la perfección los sentimientos de estos diminutos personajes y definen de manera exacta sus respectivas personalidades. A esto agreguemos el buen trabajo de doblaje encabezado por Leonardo de Lozanne, el cual complementa a la perfección la personalidad del intrépido molusco.
También debemos destacar que a pesar de ser una película infantil, se trata de una historia arriesgada que ubica a su protagonista una gran cantidad de peligros, los cuales inician con la inseguridad de un jardín –la vida de un caracol en un patio trasero no es nada fácil– y se incrementan cuando nuestro héroe decide utilizar su velocidad para competir contra los gigantescos automóviles. Sin embargo, estos riesgos resultan clave para que DreamWorks Animation sea capaz de transmitir un mensaje concreto a los más pequeños: los triunfos de Turbo no se deben a sus poderes, al hecho de ser diferente, ni a la ineficacia de los demás, sino a su eterna perseverancia por lograr su sueño.
En cuanto a la técnica se refiere, los caracoles no son los únicos en gozar de un buen trabajo, ya que el filme incluye una gran variedad de complejos escenarios que nos adentran perfectamente en las aventuras de Turbo. A esto agreguemos un brillante trabajo de iluminación –quizá el mejor y más complejo de la industria desde el cabello mágico de Rapunzel en Enredados– y un interesante 3D que resalta de manera espectacular durante las carreras del protagonista.
Al final, es un hecho que Turbo dista mucho de ser el filme más ingenioso u original de DreamWorks y que tiene pocas posibilidades de ubicarse entre los grandes clásicos de la animación, pero también es innegable que se trata de una aventura divertida y conmovedora que tiene todo lo necesario para lograr que la audiencia pase un buen rato.