El señor de los anillos La comunidad del anillo
Un perfecto inicio a la que se convertiría en una de las sagas fantásticas más relevantes de la historia del séptimo arte.
A propósito del estreno de El Hobbit Un viaje inesperado (The Hobbit An Unexpected Journey), decidimos hacer la review de las ediciones extendidas de El señor de los anillos (The Lord of the Rings).
Adaptar libros nunca es sencillo: la página permite mucho más exploración de personajes (sus miedos, motivaciones y pensamientos), una descripción más profunda de escenarios y acontecimientos y, de antemano, una particular paciencia del lector, ya que la historia se consume a al ritmo que éste le imprima. Al transportar esto a un formato como lo es el cine, muchas veces se pierden elementos en el camino, debido a que la interpretación del guionista difiere de nuestra primera impresión del libro. Con un libro como El señor de los Anillos, tan rico en los aspectos antes mencionados, era evidente que no se podía esperar una adaptación estrictamente fiel. Ya de entrada tener a los personajes cantando sin razón aparente cada 10 minutos (o páginas), sería un tanto impráctico en pantalla grande. Lo que sí era de suma importancia era la creación del universo de J. R. R. Tolkien, tan desarrollado y complejo, que sólo una mente igual de genial sería capaz de darle vida. Y es en este aspecto donde la obra de Peter Jackson nos deja sorprendidos casi tanto como la primera vez que devoramos las páginas del primer libro.
Fuera de que la producción de la cinta sea impecable, el diseño, apoyado por el ilustrador Alan Lee, logró una fidelidad notable con lo descrito en el libro. El cuidado a cada detalle logró que realmente nos transportáramos a la Tierra Media y sus diversas locaciones. La identidad de cada una quedó perfectamente trazada, tanto por el uso de colores y materiales, como por los temas musicales compuestos por Howard Shore, que ahora sería imposible separar de esas imágenes. El momento en el que suena el tema de Rivendell, no podemos evitar sentirnos relajados y en paz, mientras que el de los Hobbits logra arrancarnos una gran sonrisa.
Aunado a esto, la creación de tantas razas distintas parecía el obstáculo más difícil de superar. Y es que desde sus características físicas (tamaño, belleza, rasgos particulares), hasta sus tan diversas personalidades (amables, serios, molestos, agraciados), cada una de estas razas contaba con particularidades tan únicas en la novela, que era importante elegir a los miembros correctos para darles vida y lograr una caracterización que el espectador entendiera de inmediato. Hoy en día no podemos pensar en Liv Tyler sin verla como un elfa; o en Sean Bean como un hombre de Gondor. Porque fuera de que los vestuarios y el maquillaje, los personajes se sienten reales y la camaradería creada en particular para la comunidad del anillo, sale de la pantalla con una acertada dirección. Es ésta misma dirección, en suma a una fotografía sobresaliente la que nos envuelve en diversos cuadros y escenas que se quedarán en nuestra mente para siempre. (Vale la pena mencionar la escena de los 9 nazgul persiguiengo a Arwen y Frodo en la pradera como un ejemplo de la visión tan amplia que se logró).
La estructura narrativa de la cinta resulta un acierto gracias a que plantea las características de este universo a la par que nos da a conocer un gran bagaje de los personajes y plantea exitosamente lo que podemos esperar de las otras películas. Todo esto funcionando como un capítulo independiente que no deja cabo sueltos dentro de sus propias limitantes.
Pero quizá lo que mejor logró esta cinta fue involucrarnos con sus personajes, ponernos de su lado y sufrir con ellos. Es difícil pensar en un momento más desgarrador de la cinta que el momento en el que la comunidad pierde a Gandalf El Gris en la batalla contra el Balrog. Empezando por las conmovedoras actuaciones de todos los actores, cada uno llevando su luto y su tristeza de manera muy particular (adecuada para cada personaje) y sobre todo con la inigualable música y lo aislado e impactante de la locación. Aún sabiendo que el mago volverá, la escena está tan bien construida que no se puede evitar sentir la tristeza del momento.
Es bien sabido que el tiempo es el peor enemigo de una película, pero en el caso de El señor de los Anillos, los efectos especiales han resistido la prueba del tiempo. Sí, algunos elementos pueden verse un poco digitales (como Legolas subiendo al troll), pero el hecho de tener tantos sets construidos para la filmación, ha logrado que la película envejezca notablemente bien.
A pesar de que la versión que se vio en el cine funcionaba a la perfección, la edición extendida significaba sólo una cosa: más de la Tierra Media. Y eso, siempre será algo bueno. Entre las adiciones más notables (vista ahora después de El Hobbit), las que más aprecié fueron las que hacen referencia al primer trabajo de Tolkien. La mención detallada de los trolls convertidos en piedra, por ejemplo, ya tiene otro valor y significado. Posiblemente las adiciones más notables sean: la muerte de Isildur, que nos da un contexto más elaborado del personaje y del destino del Anillo; y Lothlórien más a detalle, incluyendo los diversos regalos realizados a la Comunidad (como la explicación de las capas y su poder de ocultarlos). Pero en realidad todas las pequeñas escenas sólo nos dan más información de esta historia, misma que es bienvenida.
En suma: la cinta se postula como el comienzo perfecto a una saga de fantasía. La presentación de escenarios y personajes son envolventes y la narrativa de una novela que es un poco más difícil de digerir, se transforma en una aventura emocionante llena de detalles creativos.