En un mundo mejor
La ganadora del Oscar a Mejor película extranjera en el 2011 no decepciona.
Desde su irrupción en la arena del cine mundial con Open Hearts de 2002, la danesa Sussane Bier (Copenhague, 1960), alguna vez miembro del movimiento Dogma, ha labrado una obra en que combina los melodramas domésticos con temáticas de denuncia a las injusticias del colonialismo armamentista (Brothers, 2004) y las flagrantes divisiones entre naciones ultra-desarrolladas y en lenta vía de desarrollo (Después de la boda, 2008). En un mundo mejor resulta, en este tono, quizá su cinta más depurada. Narra la historia de dos familias danesas unidas por el azar y la búsqueda de justicia en un mundo dominado por aquellos que mediante la violencia intentan imponer su voluntad. Una de las familias está compuesta por Claus y su hijo preadolescente Christian, quienes acaban de sufrir la pérdida de la madre. El otro clan, en plena desintegración tras una infidelidad del padre, está compuesto por un matrimonio de médicos, Anton y Marianne, un hijo pequeño –mero adorno en el filme– y otro vástago, Elias, amigo de Christian. Marianne trabaja en un hospital danés y Anton cuida a víctimas de la guerra en un campo de refugiados en África, verdadero corazón en las tinieblas dominado por las milicias.
Elias y Christian establecen una amistad fincada en la búsqueda de la justicia en el patio escolar, donde, como en el artero mundo, prevalece la ley del más fuerte. Esta búsqueda se extiende al ámbito adulto y a través de ella el par de amigos hacen que sus padres se cuestionen qué es mejor, bajar la cabeza para evitar el conflicto o reclamar los malos tratos con la frente en alto. La trama está llena de revelaciones y va de los campamentos de exiliados en África a la pulcritud nórdica, de los infiernos sangrientos en el Continente Negro a los infiernillos domésticos en la Europa idílica. La imaginería de ambas atmósferas es creada con vitalidad por Morten Søborg, fotógrafo de cabecera de Bier y quien aún asoma la cámara en mano del movimiento Dogma.
El título en español, traducción directa del título en Estados Unidos (originalmente se titula Revancha) no deja de ser irónico, pues no hay ningún mundo mejor, paraíso alguno que escape a la intimidación y el terror. La postura filosófica de Bier es clara: el ser humano es violento por naturaleza y suele cobrarse ojo por ojo. El mundo de Bier, entonces, es una colección de tuertos y ciegos, de bullies y mártires. Algunos críticos han acusado una supuesta falta de cohesión en el guión, pero esto es fruto del armado caleidoscópico de un mundo caótico, en que los sucesos se tropiezan entre sí y definen el estado emocional de los personajes. Así, un pleito de arenero en Dinamarca tiene un impacto similar en Anton que los abusos –violaciones con machetes, vientres maternos cercenados por diversión– cometidos por un zar africano. Si de algo adolece el filme es de un ethos melodramático más evidente durante el tercer acto, una conclusión que llega a ser obvia y deja poco a la intuición del espectador.
En esta cinta –ganadora del Oscar y del Globo de Oro como mejor cinta extranjera en 2011– la directora funge como una hábil malabarista. Logra impactar con exploraciones de temas tan diversos como la lealtad de pareja, la guerra, la amistad infantil y las existencias disímiles entre los desamparados y privilegiados del mundo (el filme es una suerte de mea culpa primermundista). En el rubro actoral, destaca Mikael Persbrandt como Anton, así como William Jøhnk Nielsen como el joven Christian: ambos transmiten, de manera casi silente, tribulaciones y culpas intensísimas, primigenias.
Ve el trailer de En un mundo mejor.