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Cine

Rencor tatuado – Crítica

14-02-2020, 4:17:52 PM Por:
Rencor tatuado – Crítica

La película no es una apología al odio ni al desquite ojo por ojo. Tiene denuncia y un halo de esperanza.

Cine PREMIERE: 3.5
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Rencor tatuado, opus cinco del excelso narrador de historias románticas desgarradoras Julián Hernández, aborda un tema de actualidad cada vez más atroz y acuciante: la violencia ejercida contra las mujeres ante la complacencia de un sistema policial corrompido. Más allá de venganza, la cuestión es la desoladora, angustiante y urgente búsqueda de justicia, como comentó la protagonista, Diana Lein, cuando presentó la película. Y aunque la historia tiene sus antecedentes en una noticia que conoció a mediados de los años noventa la escritora y periodista Malú Huacuja del Toro, autora del guion, esta parece más actual que nunca ante hechos perturbadores como el feminicidio de Ingrid Escamilla.

La historia de Rencor tatuado se ubica, no casualmente, en la Ciudad de México de 1995: una época de desesperanza, cambio y desesperación políticas. Una especie de femme fatale, conocida como La Vengadora (Diana Lein), es contratada por diversas mujeres para seducir hombres que las han violentado. Cuando se encuentra a solas con alguno de ellos, lo somete para dejarle una marca tan inolvidable como la que ha dejado en su víctima. En la secuencia inicial, que deja en claro el planteamiento estético referencial al cine noir pero también al expresionismo en su teatralidad y que la aleja temáticamente del resto de la filmografía de Hernández, La Vengadora le dice al hombre que tiene atado a la cama: “Te vas a sentir muy mal, pero no me importa. ¿A ti te importó Francisca?”.

Y cuando descubre una treta en su contra, envía a un diario la foto del victimario, un policía corrupto, atado en una cama y con el tatuaje al que alude el título de la película. Entonces se desata una persecución mediática contra La Vengadora a partir de un programa radiofónico conducido por una locutora ambiciosa (Itatí Cantoral) que tiene a dos telépatas engatusando a la audiencia. En tanto, un documentalista de un canal cultural (Irving Peña) investiga cual ingenuo Marlowe sobre la fotógrafa y artista de acción Aída Cisneros, que se suicidó tras el asesinato de su familia en su propia casa. Y lo hace a partir de que ve la fotografía aludida que de inmediato le recuerda su estética.

Con reminiscencias a Lisbeth Salander de Millenium, a Thana de Ángel de la venganza, a Iron Pussy de The Adventures of Iron Pussy e incluso a La guerrera vengadora de Rosa Gloria Chagoyán, como ha reconocido el propio cineasta, La Vengadora sin embargo no es una vigilante, sino una justiciera. En ese sentido, la película no es una apología al odio ni al desquite ojo por ojo.

Rencor tatuado es, sobre todo, un elocuente ejercicio narrativo filmado en 2K pero emulando la estética de 16 milímetros con una relación de aspecto 1.33, es decir, con una imagen casi cuadrada que le da una apariencia de filme de otro tiempo tal vez para subrayar la ubicación temporal o tal vez también para acentuar su atemporalidad. Con imágenes mayoritariamente en blanco y negro (el color se deja para los flashbacks), la cámara de Alejandro Cantú parece aborrecer el estatismo y las convenciones de horizontalidad y verticalidad del encuadre. Así, la cámara gira sobre su propio eje y alrededor de los personajes en rotaciones que dan la sensación de vértigo en sintonía con la historia. Esta rotación implicó una coreografía precisa y un destacado cuidado de la iluminación para conseguir los efectivos claroscuros de los planos porque además utiliza el enfoque selectivo cuando se detiene; sin embargo, las tomas con el eje inclinado resultan cansinas, como si hubiese un afán efectista más que estético aunque las referencias al expresionismo ahí estén.

Las actuaciones (además de Lein, Cantoral y Peña se incluye a Giovanna Zacarías y el actor transgénero César Romero, entre otros) son intensas, aunque a ratos hay una propensión a la teatralidad (tal vez al llamado teatro de cámara) por el énfasis en la gestualidad, en las pausas y movimientos corporales y en el tipo de diálogos. Julián Hernández quería dejar claro que Rencor tatuado, una película de aventuras según ha dicho, es su apuesta por el cine de género. O eso parece. No solo en las cuestiones estéticas de su imagen, sino en el score, que es completamente referencial al thriller y que pone acentos cómicos y de suspenso según cuándo se escuche.

Si algo falla en Rencor tatuado es la parte final, cuando una incomprensible e inverosímil historia de amor, donde algunas conexiones están sostenidas apenas con un ligero hilván al que faltó darle el acabado, se va metiendo con calzador a una película que no la necesitaba. Tiene denuncia y un halo de esperanza.

autor Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".
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