Las chicas del cable
La primera seria española de Netflix tiene una buena idea, mal ejecutada.
Las chicas del cable es la primer serie original de Netflix con una producción totalmente española. Desde que se anunció, todo en ella prometía: un programa de época –que, además parecen estár de moda en España–, un elenco de populares y talentosos jóvenes actores (Blanca Suárez es una chica Almodóvar, por Dios) y una producción cuya calidad y detalle la ponía arriba de productos como Gran Hotel o Velvet. ¿Qué podía salir mal? La respuesta viene de la mano de uno de los elementos más importantes dentro de cualquier programa de televisión: el guion.
La serie narra las aventuras de cuatro mujeres durante la época de los 20 en Madrid quienes son operadoras en la empresa de telefonía más grande de la época. Además de ser juzgadas por tener un trabajo, también deben sobreponerse a sus problemas personales, mientras buscan sobrevivir en un mundo de hombres.
La premisa como tal es interesante y relevante en una época donde la violencia y la desigualdad hacia la mujer sigue vigente. Sin embargo, Las chicas del cable falla al mandar mensajes confusos y opuestos a lo que pretende predicar. Esto lo vemos en cada una de las historias de sus cuatro protagonistas, que analizaremos por separado para poder ilustrar mejor el punto.
Primero está Lidia Aguilar, o Alba, interpretada por Suárez, narradora y protagonista de la serie. Ella tiene un pasado trágico en el que ha perdido todo y la ha convertido en una mujer fría. Su circunstancia la obliga a infiltrarse en la compañía de teléfonos, en donde se encontrará a su viejo amor, mientras nace uno nuevo. Así nace un triángulo amoroso que es mal logrado porque no se crea empatía con Lidia. Es insoportable y más aún Francisco (Yon González), su amante del pasado. Su historia es una maraña de puntos de trama e intrigas que se complican y resuelven sin mucho empeño por parte de los guionistas. Nunca se siente un riesgo real y nunca hay un conflicto sólido. Todo se mueve demasiado rápido, pero nada cambia realmente.
Después está Carlota (Ana Fernández), una joven que viene de una familia acaudalada y controladora. Ella busca la independencia de todo tipo: familiar, sexual, emocional y monetaria. Como parte de esa revolución personal, Carlota se enamora de Sara (Ana Polvorosa), mientras está en una relación con un hombre. Esta subtrama en el show buscaba ser progresista, pero está fatalmente manejada. El mensaje que parecen estar enviando, es que la única manera en que una mujer puede sentirse atraída por otra es si involucra a un hombre. Peor aún es el final que tiene Sara, sufragista homosexual que, de la nada comienza a tener deseos de cambiar de sexo.
Por otro lado, Ángeles, interpretada sólidamente por Maggie Civantos, está involucrada en un matrimonio abusivo. Sin embargo, no existen los detalles que pudieron haber hecho de esta una trama rica y profunda. Se quema todo el contenido sin explorar los lados tan complejos de la psicología de una mujer que vive la violencia. Ella está en el mismo lugar al principio y al final de la serie, todo lo demás podría ser eliminado.
Por último nos encontramos con Marga cuya historia es las más aterrizada, porque es la más simple. Ella es el comic relief, interpretando a una chica de pueblo que llega a la capital y se enamora de un compañero de trabajo. Nadia de Santiago le da mucho ángel al único personaje que sí tiene un cambio a través de los capítulos.
Al final, es una serie que se jacta de ser “feminista” pero no empodera. En ningún momento las mujeres en esta historia se liberan de sus yugos profesionales, personales o emocionales. No hay una evolución, sólo muchos puntos de trama sin sentido ni dirección.
La defensa podría ser que así se mantiene interesada a la audiencia, que es una telenovela glorificada, pero eso es conformarse. Podemos tomar por ejemplo un serie como Downton Abbey, que se alimentaba de los problemas emocionales de cada personaje. Sin embargo, aquel show inglés lo hacía de una manera inteligente, tomando en cuenta el viaje personal de cada personaje con historias redondas cuidadosamente escritas.
Es una realidad que la popularidad y elenco de Las chicas del cable la llevará a tener una segunda temporada –la cual se está rodando actualmente–. No queda más que esperar a ver si los guiones son equivalentes a todos los demás elementos del show. Porque algo que la audiencia debe tener presentes es que la calidad y el entretenimiento no están peleados.