¡Huye!, Jordan Peele y un terror distinto
¡Huye!, el debut cinematográfico del comediante Jordan Peele ha sido llamada una de las cintas de terror más efectivas de los últimos años. Y, como las mejores cintas del género, tiene un mensaje importante qué decir.
La comedia de sketches no es particularmente popular en México. Y menos la norteamericana, pues la barrera del idioma y diferencias entre culturas no deja mucho espacio para la traducción en un género que se caracteriza por satirizar precisamente esas idiosincrasias específicas de la cultura a la que pertenece. Quizá por eso el nombre Jordan Peele no signifique mucho en esta parte del continente, pero suficiente será decir que él y su pareja creativa, Keegan-Michael Key, llevaban ya muchos años haciendo reír a buena parte de Estados Unidos con su comedia de sketches Key & Peele. Aquel programa terminó hace dos años y, desde entonces, ambos actores y escritores se han dedicado a forjar una carrera dentro de la comedia, escribiendo, actuando e incluso protagonizando la cinta de acción Keanu (en la que tenían que rescatar a un gatito de las manos de la mafia) el año pasado.
La verdadera sorpresa llegó en el Festival de Sundance de 2017, cuando ¡Huye!, el debut como director de Peele, no sólo se llevó grandes ovaciones: tan sólo el hecho de que se tratara de una cinta de terror fue una sorpresa en sí misma. Claro, la película (que costó $4.5 MDD y que en su corrida comercial en EE.UU. generó $173 MDD) tiene sus momentos cómicos, pero es un thriller de suspenso hecho y derecho. A simple vista parecería un giro de 180º en la carrera de Peele, sin embargo, como él mismo le explicó a Forbes: “He querido hacer terror durante mucho tiempo y tuve la suerte de poderme entrenar en la comedia. Veo muchas similitudes entre ambos géneros. Mucho está en el ritmo, en la forma en que se revelan las cosas. Ambos requieren una habilidad para saber exactamente lo que el público estará viviendo en cada momento”.
En otra entrevista, ahora con The New York Times, Peele diría que lo mejor de los dos géneros se encuentra cuando “están situados en la realidad. Hay uno o dos elementos que pueden estar realzados o distorsionados, pero el mundo alrededor se siente real”.
La cinta gira alrededor de un joven negro (Daniel Kaluuya, del episodio Fifteen Million Merits de Black Mirror) que inicia una relación con una una chica blanca (Allison Williams, de Girls). Lo que sucede cuando ella lo lleva a un extraño suburbio a conocer a su familia, interpretados por Catherine Keener y Bradley Whitford, es lo que deja a la audiencia con la boca abierta. Ella no le ha dicho a sus padres que su nuevo novio es negro y ellos, al conocerlo, orgullosos, le presumen cuánto lamentan no poder votar por Obama una tercera vez. Para evitar meternos más al terreno de los spoilers, sólo digamos que todos se comportan de una manera curiosa frente a él… Si imaginamos una mezcla de ¿Sabes quién viene a cenar? (1967) y Atrapadas: Las mujeres perfectas (1975) –la cual Peele cita (junto con El bebé de Rosemary, 1968) como una gran inspiración para la película– tendremos una buena idea sobre qué esperar.
Lecciones de sustos (y risas)
La necesidad de controlar con precisión el ritmo de las acciones y la capacidad de adelantarse a las expectativas de un público no son los únicos parámetros que unen a la comedia con el terror. “Al igual que en la comedia, siento que el terror es una de las pocas formas que tenemos para enfrentarnos a los horrores e injusticias sociales de la vida real, pero de una forma entretenida”, le diría Peele a Forbes. “A eso vamos al cine, a entretenernos, pero si lo que te queda después de salir de la función es una perspectiva que te abre los ojos, entonces puede ser una pieza de arte muy poderosa”.
¡Huye! ha sido celebrada por su inteligente crítica hacia un segmento de la población (los blancos liberales) que cree estar haciendo el bien, pero que con sus acciones es capaz de causar más daño que bienestar. “Los verdaderos villanos de la cinta no son neonazis o la llamada ‘alt-right’”, escribió el crítico de The Guardian, Lanre Bakare, “sino los blancos liberales de clase media. Gente ‘buena onda’ que hace sus compras en Trader Joe’s [un supermercado enfocado en el comercio justo], que votaría por Obama una tercera vez y que seguramente dona grandes cantidades a la Asociación de Libertades Civiles. Y es esta gente la que, de forma completamente no intencional, le hace la vida muy difícil e incómoda a las personas negras”.
Aquí hay otro paralelo con la realidad y la vida cotidiana de un afroamericano. “Esta película se trata de cómo lidiamos con la raza”, explicó el director en aquella entrevista con The New York Times. “Como hombre negro, a veces no sabes si lo que estás viendo es racismo oculto, o es una conversación normal y estás siendo paranoico. Esa dinámica es muy desconcertante. Yo admito que a veces veo racismo donde no está”.
De acuerdo con el cineasta, era importante que el público se cuestionara si su protagonista sólo estaba siendo paranoico o si algo raro pasaba con la familia de su novia realmente. Sobre esta línea argumental, quienes hayan visto el clásico de Roman Polanski notarán un paralelo muy claro con El bebé de Rosemary.
Es cierto que las diferencias entre razas, culturas y países no siempre se traducen bien. Un chiste aquí no funciona igual en Chile, Madrid o en el Bronx, o en español, inglés o chino. Pero hay ciertas emociones que son universales. El sentirse diferente es una de ellas. “Creo que cuando ves una película que logra ponerte en los zapatos de alguien más, de alguien diferente a ti, puedes ver al mundo diferente”, le confesó Peele a SlashFilm. “De esa forma, creo que el poder de una buena historia es mayor que el de una conversación”. Y una historia que capitalice nuestro miedo más profundo, el ser distinto, es oro puro.
(Una versión de este artículo fue publicada en Cine PREMIERE #273)