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Avatar: El camino del agua – Crítica de la película

13-12-2022, 12:22:29 PM Por:
Avatar: El camino del agua – Crítica de la película

Avatar: El camino del agua está destinada a ser un clásico de la ciencia ficción moderna. Con un sólido desarrollo de historia y personajes, y haciendo gala de efectos visuales sin precedentes, de nueva cuenta revoluciona la experiencia cinematográfica.

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Después del estreno de Avatar hace 13 años, James Cameron decidió quedarse en Pandora para ya no salir nunca. Sí, trabajó en otros proyectos –vienen a la mente la extraordinaria serie documental Historia de la ciencia ficción (2018) y sus participaciones como productor y escritor en Battle Angel: La última guerrera y Terminator: Destino oculto (ambas de 2019)–, pero, en realidad, sigue absorto en la creación de su ambiciosa saga, de la cual promete varias secuelas más, a las que les ha dedicado mucho esfuerzo.

Basta con ver Avatar 2: El camino del agua para entender por qué el realizador tomó la decisión de enfocarse casi completamente en estas historias: por un lado, quiere hablar de cómo, en la Tierra, al menos hablando de crueldad humana hacia nuestro entorno y las formas de vida que lo rodean, todo sigue igual. Por más intentos que se hagan para concientizar, aún hay personas que son incapaces de voltear a ver al otro, y eso es desalentador. Su otro objetivo, sin duda, es continuar revolucionando la experiencia cinematográfica. Nada más. Nada menos.

avatar 2 el camino del agua
Crítica de la película Avatar 2: El camino del agua.

La afirmación anterior no fue escrita a la ligera. Es impresionante la habilidad que tiene el creativo canadiense para superarse a sí mismo constantemente. Aquí no hay rastro del Cameron que, en 2009, se dispuso a impresionar a las audiencias internacionales con un espectáculo sin igual. De acuerdo, la primera entrega de la saga fue un hito. Sin embargo, una vez que se recontextualiza, agregando esta continuación a la ecuación, es evidente que la aventura original de los Na’vi era sólo una pequeña semilla que, con el tiempo, germinaría en algo mucho más impactante; algo que ni la pantalla más grande podría contener. En esta ocasión, todo lo que corresponde al apartado técnico y visual está en otra tesitura, y se eleva a un nivel que no se había visto antes, no sólo en el subgénero sci-fi, sino en la industria fílmica mundial.

Es importante dejar esto claro desde el principio por la simple razón de que, como con su predecesora, lo que más resalta son sus imágenes. Esto no quiere decir que no se haya mejorado también el elemento narrativo que une todas las piezas del conjunto. La película primigenia fue criticada al momento de su estreno –y sigue siendo cuestionada a más de una década– por la “simpleza” de su argumento, y quizás ahora habrá quienes digan lo mismo. En pocas palabras, la base de todo sigue siendo la lucha entre el bien y el mal. No obstante, dentro de ese minimalismo hay lecturas sumamente interesantes.

La ADR –Administración de Desarrollo de Recursos–, malévola corporación antagónica, está de regreso. No tuvieron suficiente con atacar a los Na’vi para saquear sus recursos hace tanto tiempo. Ellos quieren más, y más. Pero no sólo quieren recursos. Están tratando de consumar una venganza que se ha planeado desde hace tiempo. Para nadie es un secreto que el coronel Quaritch (Stephen Lang) vuelve a fungir como el villano del filme, así que no es spoiler hablar sobre su participación. Quaritch resurge para acabar con Jake Sully (Sam Worthington), Neytiri (Zoe Saldana) y sus hijos, Neteyam (Jamie Flatters), Lo’ak (Britain Dalton), Tuk (Trinity Jo-Li Bliss), Kiri (Sigourney Weaver) y Spider (Jack Champion), un joven humano nacido en la base científica de Pandora.

Cuando el militar, iracundo y desquiciado hasta la médula, amenaza directamente su tranquilidad, Jake, quien ya es Toruk Makto, el líder espiritual de la tribu Omaticaya, decide, junto con su esposa, pedir refugio en la comunidad acuática de los Metkayina, comandados por Ronal (Kate Winslet) y Tonowari (Cliff Curtis). Ahí, en el arrecife de la luna que es su hogar, los Sully deberán adaptarse a nuevas costumbres, pero también prepararse para la batalla.

El guion de Avatar 2: El camino del agua, escrito por Rick Jaffa y Amanda Silver (Jurassic World) junto al propio Cameron, es su principal fortaleza. Aquí, se rebaja la intensidad de los mensajes espirituales, y atrás quedó la falta de sutileza en la exploración de los peligros del colonialismo. En lugar de usar a la raza alienígena como un mero recurso para hacernos empatizar con el dolor de un planeta agonizante, ahora ellos son el corazón de la historia. Y la química entre los intérpretes que les dan vida es inmejorable.

Crítica de la película Avatar 2: El camino del agua

De manera visceral, pero también, por momentos, cargada de ternura, vemos a una familia aferrarse a sus raíces y a su identidad cuando todo lo ven perdido. Y nos preocupamos por ellos; logramos una conexión emocional que antes no existía. Es quizá lo más cercano que el responsable de Titanic (1997) ha hecho a un estudio de personajes o, en su defecto, a una película coral. Durante sus 3 horas y 12 minutos de duración, ninguna actuación se siente desperdiciada. Todos los integrantes del reparto tienen el mismo nivel de importancia.

Crítica de la película Avatar 2: El camino del agua.

Ahora, si de interpretaciones hablamos, hay dos que destacan: las de Sigourney Weaver y Stephen Lang. Ella, como Kiri, dota al conjunto de tintes coming-of-age que aligeran todo cuando lo sombrío nos satura. Camaleónica como es siempre, logra hacernos parte del mágico viaje de autodescubrimiento en la adolescencia. Es increíble que, con 73 años, pueda convertirse, con soltura, en una joven de 14. Sus intervenciones son un deleite.

Y luego está él. La confirmación de que el frío soldado alcanza niveles poéticos de maldad llega cuando, en medio de un épico, dramático y adrenalínico tercer acto donde todo está en juego, se permite hacer burlas caladoras y crudas a expensas de una familia que ha luchado contra la adversidad en todo momento. Está a nada de convertirse en uno de los mejores villanos de la historia del cine. Retorcido y sediento de poder.

avatar 2 el camino del agua

Si bien ya aclaramos que su fuerte es lo técnico, no podemos dejar de lado este aspecto sin aplaudirlo. En Lightstorm, la compañía productora, la dedicación a sus proyectos es notable. Es seguro atreverse a decir, sin reparo, que esta es una película prácticamente perfecta en lo que a uso de la tecnología se refiere. El 3D mejora, las texturas de los paisajes mejoran, los colores mejoran. Cameron ya no necesita demostrarle nada a nadie. El realismo de las secuencias acuáticas –que recuerdan a El secreto del abismo (1989)– es para aplaudirse de pie.

Para lograr la inmersión se inventan nuevas reglas y, en el camino, se rompen y se vuelven a inventar. Presenciar la cinta es algo así como experimentar una placentera inyección ocular que al principio es sobrecogedora, pero que se torna hipnótica y adictiva. En lo que al CGI respecta, ya nada será igual jamás. Eso es seguro.

avatar 2 el camino del agua

Es imposible no romper en llanto cada vez que los Na’vi entran al agua prístina y, con brío, conviven y hacen viajes submarinos con los Tulkuns, una suerte de ballenas. Si a esto le agregamos los frenéticos movimientos de la cámara de Russell Carpenter (Mentiras verdaderas), cuya estética transita una delgada línea entre el blockbuster artificial y el documental naturalista –con una alta velocidad de fotogramas, de 48 cuadros por segundo–, la emoción es mayor, y la fluidez en las acciones de los personajes en ciertas escenas también.

Avatar 2: El camino del agua es una epopeya que está destinada a ser un clásico de la ciencia ficción moderna; una película que supera la innegable osadía de su predecesora y se percibe madura en todo sentido. Narrativamente, visualmente, musicalmente (espectacular score de Simon Franglen, recordado por el remake de Los siete magníficos). Después de verla, queda una sensación agridulce. Quedamos aplastados por su belleza y magnitud, pero también por la realidad de que, cuando las luces de la sala se encienden a nuestro alrededor, sentimos, al igual que su creador, la necesidad de quedarnos allá, lejos, en Pandora. Porque a veces pareciera que aquí en la Tierra, en 13 años, nada ha cambiado, que todo sigue igual.

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autor Me fascina escribir, escuchar, leer y comentar todo lo relacionado con el cine. Me encanta la música y soy fan de The Beatles, Fleetwood Mac y Paramore. Mis películas favoritas son Rocky y Back to the Future y obvio algún día subiré los "Philly Steps" y conduciré un DeLorean. Fiel creyente de que el cine es la mejor máquina teletransportadora, y también de que en la pantalla grande todos nos podemos ver representados.
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