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Cine

Sieranevada

16-08-2017, 10:10:18 AM Por:
Sieranevada

El humor le da un toque corrosivo a este relato atrayente del director de la espléndida La muerte del señor Lazarescu.

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En estos tiempos, y a pesar de que las películas de superhéroes rebasan en promedio las dos horas de duración, que una película alcance las tres horas llama la atención. Y más si se trata de un drama familiar que se desarrolla prácticamente por completo en un pequeño departamento rumano, en una película que no tiene un derroche de efectos especiales (es más, no tiene efectos especiales) ni secuencias de acción vertiginosas y que se construye a partir de largos planos y muchos diálogos poderosos que terminan atrapando la atención del espectador por su bien enarbolada ejecución. El humor permea el relato de principio a fin y la narrativa muestra la maestría del director y guionista Cristi Puiu y de su fotógrafo, Barbu Balasoiu, para resolver las limitaciones espaciales que su locación les exigía, lo cual requería de una elaborada coreografía pues Sieranevada, además, es un filme coral en el que todos los personajes influyen en la trama (que prácticamente son tres horas en la vida de una familia) de una forma u otra, todos tienen una intención y una profundidad pocas veces lograda.

La historia de este poderoso relato es la de una comida en honor de la muerte del patriarca de una familia común, la comida que no se come y la música que se mete a la cabeza. Pero esta reunión es sumamente problemática pues suceden una serie de discusiones que lo mismo son sobre política e ideología que acerca del maltrato de género, las infidelidades y muchos secretos. Y todo ocurre mientras invitados y familiares simplemente no pueden sentarse a la mesa a comer a pesar de que mueren de hambre.

Primero porque esperan la llegada del sacerdote para que realice las bendiciones correspondientes y luego porque suceden una serie de inconvenientes más. Mientras ocurre la espera, llega a la casa Cami (Ilona Brezoianu), la hija de Ofelia (Ana Ciontea), hermana de la viuda Nusa (Dana Dogaru), con una amiga aparentemente ebria. Lary (Mimi Branescu), uno de los protagonistas (el único personaje que es tomado fuera del departamento, aunque en el interior de un auto y unos minutos fuera de él), hijo del difunto, ha asistido con su esposa, quien insiste y se va al súper. En la casa ya están unos invitados de la familia; así como Sandra (Judith State), hija de Nusa, la viuda, y su esposo Gabi (Roland Matsangos) y su pequeña bebé. También está Sebi (Marin Grigore), el hijo de Ofelia, a quien le han comprado un gigantesco traje que deberá usar para el ritual y la comida pero que le queda enorme. Y al final llega Relu (Bogdan Dumitrache), el hijo mayor.

En estos momentos ocurre de todo: chistes, confesiones, cambios de humor, gritos, peleas maritales y silencios incómodamente sorpresivos que son un caleidoscopio de la sociedad rumana actual y, por qué no, prácticamente de cualquier cultura, a partir de un relato delirante. La narrativa, construida a partir de largos planos fijos que se vuelven planos secuencia para seguir el cambio de habitación de un personaje y hacer un viraje en el tema y el punto de vista, transmite una terrible sensación de encierro, de confinamiento a la usanza de El ángel exterminador, incluidas sus dosis de surrealismo (la anécdota que cuenta el sacerdote, la llegada de Toni “El Mexicano”, esposo infiel de Ofelia, el ritual, el traje…). El humor le da un toque corrosivo a este relato atrayente del director de la espléndida La muerte del señor Lazarescu (2005).

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autor Nadie quiere acompañarlo al cine porque come palomitas hasta por los oídos e incluso remoja los dedos en el extraqueso de los nachos. Le emocionan las películas de Stallone y no puede guardar silencio en la sala a oscuras. Si alguien le dice algo, él simplemente replica: "stupid white man".
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