La reencarnación
La mezcla de géneros y el bien ejecutado giro que ofrece la premisa de Incarnation, por encima de la fórmula usual, es lo que la salva de la quema.
Y entonces tenemos una más sobre exorcismos. Dentro de la enorme cantidad de producciones de terror que año con año llegan a las carteleras del mundo, un gran porcentaje están dedicadas a este tema. Incarnation o La reencarnación por su –esta vez muy conveniente– título en español, es una de ellas. Sin embargo, más allá del análisis a detalle, de entrada hay que reconocerle dos cosas. La primera es que logra ofrecer una variante, si no precisamente muy original, sí lo suficientemente novedosa para colocarse por encima del promedio. La segunda, y la más importante, es que en términos generales logra que el concepto funcione (y a estas alturas eso ya es mucho decir). Sobre todo tomando en cuenta que lo que actualmente caracteriza al género es la cantidad y no la calidad.
La historia sigue los tormentosos y deprimentes andares del Dr. Seth Ember, un sujeto que realiza exorcismos –aunque no le gusta llamarlos así– de una manera muy peculiar. Su técnica para echar fuera a los demonios invasores, es introducirse en el subconsciente de las víctimas invadiendo sus sueños y temores. Por supuesto, no obstante su especialidad, él prefiere mantenerse al margen de los asuntos del Vaticano, hasta que es llamado para encargarse del caso de un chico poseído por un espíritu con el que ya había tenido un enfrentamiento y al que había estado buscando.
Desde un inicio, es evidente que el guion escrito por Ronnie Christensen (Pasajeros), está plagado de referencias a piezas clásicas del terror. Pero lo más llamativo es que estas encajan sin problemas en el engranaje general, gracias a la poco pretenciosa dirección de Brad Peyton, sí, el mismo perpetrador de ese desastroso aglomerado de efectos especiales titulado San Andrés. Otro punto a favor es es que dicha funcionalidad se extiende al manejo de los efectos especiales, lo cuales pese a un par de agregados digitales innecesarios al final, son bastante austeros y muy acorde con la propuesta, que apuesta por mezclar lo sobrenatural con la cuestión científica y termina por enfilarse más hacia el suspenso. Así, logra entregar atmósferas inquietantes, momentos algo desconcertantes –aunque a veces también confusos– y uno que otro sobresalto bien acomodado, eso sí.
Pese a todo lo anterior, La reencarnación no escapa de los estereotipos y lugares comunes relacionados con las historias de familias disfuncionales y los personajes con un pasado marcado por la culpa o la tragedia. Por suerte, el elenco lo encabeza un Aaron Eckhart pleno, que no escatima en su labor, a pesar de estar conciente del tipo de producto en el que está involucrado. Su coprotagonista, Carice van Houten (Melisandre, en Game of Thrones), se mantiene a la altura ofreciendo un desarrollo sólido de su personaje, mismo caso al de David Mazouz (Bruce Wayne en Gotham), quien se hace cargo del niño en cuestión. En fin, al menos estamos ante un vehículo de entretenimiento decoroso que, por un poquito, pero muy poquito, libra la mediocridad.