La leyenda del Chupacabras
La cuarta de las leyendas de Anima Estudios, detrás de La leyenda de la nahuala, La leyenda de la Llorona y La leyenda de las momias de Guanajuato.
La animación en el cine mexicano
es tormentosa y de la que poco se puede rescatar, salvo algunos intentos bien intencionados, pero no
por ello menos fallidos. Hemos tenido producciones taquilleras
como la trilogía de los Huevos o la franquicia de Don Gato que, para poder acceder a un mercado más amplio, cambiaron
el tono, convencionalizaron la idea original o, de plano, apostaron por la tecnología
como atractivo principal. Ha habido otras como Campeones de la Lucha que han seguido otro camino pero que, sin
embargo, duraron muy poco en cartelera.
Pero en todas, la prioridad ha sido siempre
poner las posibilidades de la animación al servicio de las historias para
buscar un concepto propio. Tal es el caso de La leyenda del Chupacabras, cinta que ahora nos ocupa.
La franquicia que iniciara con la La leyenda de la Nahuala, dirigida por Ricardo
Arnaiz y que, a partir de la secuela La
leyenda de la Llorona pasó a manos de Alberto “Chino” Rodríguez, no ha
podido superar las diversas deficiencias en cuanto a manufactura. Sin embargo,
sí ha tenido como objetivo el ofrecer una propuesta con identidad. Por ello, en
La Leyenda del Chupacabras, nos
reencontramos con nuestro viejo conocido, el pequeño Leo San Juan, quien luego
de enfrentar a las Momias de Guanajuato, es confundido con un rebelde y termina
en un convento abandonado, en donde se ve las caras con un terrible monstruo, y
del que debe escapar antes de que todo sea dinamitado.
La más reciente producción de Anima Estudios
destaca por la mayor definición de cada uno de los personajes y escenarios, mismos
que antes eran extremadamente genéricos. Por otro lado, lo rígido de la gestual
de sus personajes –que trataban de disimular sin conseguirlo– la han vuelto parte
de su estilo y lenguaje, depurando la simpleza y construyendo atmósferas que funcionan
a través de un efectivo juego de contrastes de luz y siluetas, muy acordes para
esta aventura de misterio.
Hay que destacar también que el humor de ciertos personajes ya no parece tan forzado,
los chistes entran a tiempo y no se abusa de ellos como recurso. Finalmente y
quizás lo que más llama la atención, es que llegan a proyectar parte de esa orfandad
propia de conflictos como el de la Independencia, que desde el principio, ha
servido como telón de fondo para que la saga sume ya cuatro entregas.
El cuanto al elenco, la selección siempre ha
sido acertada. Destacan Rafael Inclán
y la inclusión de Eduardo España quien, como de costumbre, se desenvuelve con el oficio y la experiencia que le caracteriza.
Claro que todo lo anterior, no hace sino colocar a La leyenda del Chupacabras
apenas por encima del promedio de este tipo de películas mexicanas, algo que tampoco
es realmente tan complicado, pero que le alcanza para convertirse en una
producción animada decorosa, que bien puede verse y resultar entretenida para
el público infantil, pero aún esta lejos de responder a las expectativas.