El lobo de Wall Street
En The Wolf of Wall Street, Martin Scorsese intenta exageradamente ser escandaloso para impactar a la audiencia. Leonardo DiCaprio entrega todo.
Arriesgándome a todo aquí y después de la respuesta entusiasta en las primeras proyecciones ante la industria, las 2 horas 59 minutos de continuo libertinaje de Martin Scorsese –sí entretenidas– para esta crítica de cine se sienten indulgentes.
Piensen en Buenos muchachos y Casino, mezcladas con Calígula, reinventadas por Hunter S. Thompson. Y no es que las alocadas orgías alimentadas por drogas no sea algo divertido de ver. Pero en serio, ¿cuántas veces es necesario ver a Leonardo DiCaprio (Jordan Belfort), alimentando su adicción, inhalando coca de los pechos de una mujer?
Ok, quizá es una pregunta tendenciosa, porque mientras lees esto de seguro estás pensando: “Wow, ¡eso suena emocionante!”. Y en sus momentos lo es, ya que despierta el voyerismos que todos tenemos: ver gente exitosa hacienda cosas enloquecidas. Sí, está filmada hermosamente e inicia con mucha energía, pero después de un rato se siente como que Scorsese de 71 años está intentando exageradamente ser escandaloso para impactar a la audiencia. ¡Mira lo lejos que estamos llegando!
Lo increíble de esto, por supuesto, es que la historia se supone que es real, adaptada de la memorias de Jordan Belfort sobre su ascenso y escandalosa caída –partiendo de ser el niño maravilla de Wall Street, multimillonario a los 26 años, a ser culpado en 2003 por lavado de dinero y fraudes de seguridad; sentenciado a 4 años de cárcel y a regresar $119 MDD a los inversionistas. Su historia sobre la fuerte adicción a las fiestas es tan audaz que es difícil de creerla, pero lo cierto es que si este tipo de comportamiento no son un caso aislado en el mundo de las finanzas, no es de asombrarse del porqué la economía estalló.
DiCaprio y su patiño, Jonah Hill (Donnie Azoff), entregan todo, con deliciosas interpretaciones que superan las expectativas, y obviamente se nota que ambos se divirtieron con los papeles. Pero tras toda esa depravación sólo se sienten tristes.
La otra cuestión extraordinaria es la minuciosa edición que realizaron para evitar la censura, deteniéndose a unos cuantos instantes de rayar en la pornografía, y es que al final después de ver qué tan lejos llegaron varios muy seguramente estarán preguntándose qué habrá sido lo que dejaron fuera.
Si aún no has visto El lobo de Wall Street, te recomendamos no perdértela, pues está dentro de nuestras 16 películas para inspirar a los emprendedores. Podrías llevarte una sorpresa sobre lo que puedes aprender acerca de los negocios al ver esta obra.